ASÍ NOS ROBA BOCA

FUTBOL

Son tiempos de «Corredores Sanitarios» para tratar de quebrar las reglas que en su momento obligaron a cumplir al resto, tiempos de comparar al Riquelme-dirigente que en 2021 reclamó postergación con el Riquelme-jugador que en 2000 nos ganó mientras hacíamos el luto por Mirko. Son tiempos apropiados para evocar la lista actualizada de las últimas veces que los hijos de la Ribera nos metieron la mano en el bolsillo con el aval de Viamonte al 1.300, los pitos, los líneas y el periodismo, amén de más de una complicidad interna. Eso sí, ármense de paciencia, porque la enumeración es tan extensa como repugnante.

No hace falta retrotraerse a los controvertidos arbitrajes de Bartolomé Macías, allá en los albores del profesionalismo, ni recordar los goles inexplicablemente anulados por Lamolina (2-2 en 1989) o Loustau padre (1-1 en el ’91). Está claro que a ellos los ayudaron siempre, en todas las épocas. Y contra nosotros, más.

Justamente por eso resulta tan reconfortante ganarles y adquiere tintes épicos tenerlos abajo en el historial. Lo cual implica pisarle la cabeza al poderoso y a todos los que lo apalancan: la AFA, la Superliga, el Arbitraje, los Medios, el Sistema. Pero resulta alarmante el nivel de impunidad con el que los bosteros vienen actuando en las últimas décadas. El Sargento Giménez, Héctor Baldassi, Mario Korn y el Triangular Pompilio, entre otras referencias, son heridas aún abiertas, todavía latentes, que nos costaron títulos locales e internacionales.

AFAnados

Si limitamos el racconto al nuevo milenio, es ineludible retrotraerse al 20 de noviembre de 2003, cuando el San Lorenzo de Gorosito jugó en la Bombonera, frente al Boca de Bianchi, un partido que nunca debió haberse disputado. No, al menos, en esa fecha. Ambos clubes peleaban cabeza a cabeza el Apertura, aunque nuestros hijos también tenían la mente puesta en Japón. Por esa razón solicitaron adelantar el encuentro para el 20/11. La dirigencia azulgrana (encabezada por la dupla Guil-Savino) aceptó, sin considerar que por entonces medio equipo titular -casi literalmente- estaría representando a la Selección Sub-20 en el exterior (Gonzalo Rodríguez, Jonathan Bottinelli, Walter García, Pablo Zabaleta y Walter Montillo). Para cuando pidió atrasar unos días el cotejo, ya era demasiado tarde: se topó con una rotunda negativa. Paralelamente, Boca recurrió a un recurso de amparo a fin de impedir que Tévez -que estaba lesionado- viajara con la selección juvenil y fuera habilitado para jugar el resto del torneo local y la Intercontinental. Su pedido fue una orden. Y se cumplió a rajatabla.

Pero eso no fue todo, porque a semejante película de terror le hacía falta un actor protagónico de la talla de Daniel Giménez, nefasto personaje que supo ensuciar como pocos al -ya de por sí nada transparente- referato nacional. Entre otros dislates, el Sargento amonestó erróneamente por simular a Luna y a Barrientos, a los que impunemente molieron a patadas toda la tarde, y expulsó a Diego Capria (por intento de agresión a Iarley cuando éste, que no fue siquiera apercibido, no lo dejó jugar un tiro libre) y a Morel Rodríguez, por doble amarilla. Después del partido, Giménez regaló simpáticamente sus tarjetas entre los simpatizantes de Boca (al menos así lo inmortalizaron los periódicos).

Gorosito, por su parte, fue contundente: «Yo recién comienzo y puedo ser buen o mal técnico, más o menos ofensivo, pero hay poderes contra los que no se puede pelear. Perdimos por eso, está claro. A mí no me sirve un carajo que me den dos laterales en la mitad de cancha. Me dan asco estas cosas«. Tarde para impedir el incendio, Carlos Datria, por entonces secretario del club, añadió nafta al fuego: «Tras el despojo de Giménez, se ve que los premios son para los ventajeros. Dimos cinco juveniles al Sub 20 y nos pagan con un arbitraje que nos dejó afuera del campeonato. Propondré que Giménez no nos dirija nunca más«. Mucho más naif fue la visión de Rafael Savino: «El arbitraje nos perjudicó mucho, me queda una sensación amarga. No me arrepiento de la cesión de los chicos porque hay que cumplir los reglamentos, si no sería un viva la pepa. Me siento impotente, pero ya saldrá un tiro para el lado de la justicia. A la larga, gana la verdad«. Sin palabras.

Mano Negra

Algunos meses después, el 22 agosto de 2004, la Bombonera fue sede de un nuevo robo xeneize ante su padre histórico. A primera vista, lo abultado del resultado (3-0 a favor de Boca) podría tornar insensato cualquier análisis sobre la actuación del juez esa tarde; es decir, Héctor Baldassi. Pero veamos qué decía Clarín al respecto: «De entrada, cuando estaban 0-0, le anuló un gol a Michelini por un offside inexistente señalado por el 2º asistente Mario Korn, quien ayer se retiró. Y a los 30, no le mostró la segunda amarilla -y consecuente roja- a Carreño por fingir una infracción idéntica a la hecha seis minutos antes, simulación que sí había castigado con amonestación. Es imposible saber qué hubiera ocurrido si San Lorenzo arrancaba ganando 1-0, o si quedaba con un hombre más con una hora de juego para remontar el 0-1 cuando Carreño no fue expulsado. Lo que sí es real es que son dos situaciones que tal vez podrían haber modificado el desarrollo«. ¿Tal vez, Clarín?

Cabe destacar que Michelini estaba, no uno, sino dos metros habilitado. Y que Korn celebró, consumado el atraco, su despedida sacándose fotos con un banderín de Boca y con los jugadores de dicho club. Pablo Zabaleta opinó lo siguiente: «Siempre nos pasa lo mismo con Boca: jugamos contra 11 y también contra algo más. El árbitro nos dice que anuló el gol de Michelini por posición adelantada. Y el línea dice que cobró falta. No sé si el resultado hubiese variado. Pero lo único que quiero es que se terminen estas manitos«. Lamentablemente, las manos negras no se terminarían. Lo peor estaba por venir.

Esta historia sigue en la oscura noche del 29 de septiembre de 2004. En Salta, en plena Copa Sudamericana, San Lorenzo y Boca definían una llave de cuartos de final con el arbitraje de Claudio Martín. En la ida, el Ciclón se había impuesto por la mínima diferencia. Y la revancha había arrancado de manera inmejorable: 1-0 arriba (con un cabezazo de Patita Pereyra). Pero lo que siguió fue, francamente, una vergüenza. En la semana previa, Michelini había activado la señal de alarma. «Nosotros sabemos que va a ser un partido diferente al que jugamos hace poco en la Bombonera. Pero no queremos volver a encontrarnos con sorpresas«, aseguró el capitán, recordando su gol anulado. De poco sirvió la apertura de paraguas. En el reducto salteño, insólitamente volverían a invalidarle un tanto legítimo que hubiera significado, ni más ni menos, estar 2-1 arriba en el marcador antes de la exagerada expulsión a Jonathan Santana y, obviamente, del 1-2 que motivó la definición por penales.

De acuerdo con Clarín, «a Abbondanzieri se le escapó la pelota en un centro frontal, Michelini capitalizó el error del arquero y definió. El volante apoyó su mano en el brazo del arquero y Claudio Martín interpretó que lo desestabilizó. No se vio falta en TV y hasta el Pato, sincero, dijo: se me escapa la pelota«. Decretada la eliminación, Michelini volvió a alzar la voz: «En los partidos con Boca, sea quien sea el árbitro, todas las jugadas dudosas son para ellos. Es así y no hay vuelta que darle«. Algún dirigente, en tanto, fue un poco más allá y denunció públicamente la existencia de una campaña para favorecer a Boca y a River. Claro que su denuncia mediática nunca dejó de ser simplemente eso (y con escaso rebote, por cierto). Un par de meses después, para que la injusticia fuese aún mayor, los bosteros se consagraron campeones de la Sudamericana.

Hablando de destino fatídico, mencionemos al pasar el 27 de agosto de 2006. Sí, el día del 1-7. ¿Qué puede uno objetar ante un resultado tan abultado, verdad? Dos detalles nomás: una tremenda patada a Rivero a los 15’ (era roja directa, sin discusiones) y el primer gol de Palacio (no cualquier gol, el que abrió la goleada a los 22 minutos del primer tiempo) a partir de un offside fragrante, una posición adelantada de al menos un metro y medio. ¿La terna arbitral? Gabriel Favale, Claudio Rossi y Ricardo Casas.

El Robo del Siglo

El 2 de noviembre de 2008, tres días después de la muerte del presidente de Boca, Pedro Pompilio (considerado «como un hijo» por Julio Grondona), un San Lorenzo puntero -pero en plena guerra interna por los premios- visitaba la Bombonera. Con la destacada actuación de Sergio Pezzotta, que regaló el tiro libre del que provino el gol de Riquelme, ignoró un claro penal a Barrientos, no expulsó a Viatri tras meter una patada descomunal e informó a Ledesma postpartido, Boca se impuso 1-0 y así nos alcanzó en lo más alto. Semana tras semana se sucedieron llamativos e innumerables «errores» que beneficiaron a los de la Ribera y los mantuvieron en la cima (recordemos, por caso, el gol de Independiente no cobrado -y luego «retocado» tecnológicamente por Fútbol de Primera- y los arbitrajes de Lunati ante Racing y de Collado en Tucumán, entre otros episodios bochornosos)

Y así se llegó al famoso Triangular. Gracias a un sorteo que se había prometido televisar, cosa que nunca ocurrió, San Lorenzo fue obligado a jugar contra Tigre y, acto seguido -ganase, perdiese o empatase-, enfrentar a Boca. Por ende, si el Ciclón triunfaba en sus dos partidos, el tercero (Boca-Tigre) no debía jugarse y el negocio de la TV dejaba de transmitir una final. Un absurdo absoluto. Ni hablar de la desventaja deportiva que implicaba tener menos horas de descanso y ninguna posibilidad de especular con el resultado.

Pero si quedaba alguna esperanza de campeonar, Laverni, en Vélez, y Baldassi, en Racing, se encargaron de sepultarla por completo. El primero, frente a Tigre, dejó de cobrarnos, a falta de uno, ¡tres penales a favor! «Hay que avisarle a Laverni que esto se define por diferencia de gol«, se quejó Russo. El segundo, ante Boca, cuando el cansancio y la irritabilidad estaban en su punto máximo, se empeñó en sancionar cada pelota dividida para nuestros hijos y así terminó de sacarnos del medio. ¿Algo más? Sí, San Lorenzo jugó ambas finales, bien entrado diciembre bajo el rayo del sol (no de noche) y sin ejercer su legítima condición de local (es decir, en la sede elegida y con una mayor proporción de localidades). El partido definitorio entre Boca y Tigre, por supuesto, se disputó en horario nocturno y sin tantas restricciones en la venta de entradas.

Ya retirado, Gastón Aguirre se refirió recientemente al «Triangular Pompilio». «Si tenés dos dedos de frente, sabés cómo fueron las cosas. Vos podés salir campeón o no, podés llegar a finales. Pero lo que pasó en ese torneo, no lo tengo que decir yo porque todo el mundo lo sabe«, expresó en diálogo con LT10. Según sus palabras, lo acontecido en esa definición fue el dolor más grande de toda su carrera. «Fue algo que no nos merecíamos. Son cosas que no se hacen y que solamente en el fútbol argentino ocurren«, sentenció.

La tarde del 10 de mayo de 2009, con arbitraje de Federico Beligoy (acompañado por Gustavo Esquivel y Horacio Herrero como asistentes), San Lorenzo y Boca empataron 1-1 en el Bidegain. Esta vez el cotejo no tenía una significancia determinante, pero igualmente las ayudas recibidas por nuestros hijos fueron escandalosas. De hecho, el ¿gol? (todavía estamos esperando las repeticiones televisivas o las tomas desde distintos ángulos para determinar si el balón ingresó en su totalidad) de Boca sólo fue divisado por el línea nº 1 (Esquivel), mientras que una alevosa mano de Forlín dentro del área fue soslayada tanto por el árbitro como por el línea 2 (Herrero). Ante la magnitud de la evidencia, el propio Beligoy -hoy Director Nacional de Arbitraje en la Argentina- admitió: «Me lo comí. Fue penal. Un jugador de San Lorenzo saltó y me tapó la visión«. Y a nosotros nos tapó el agua. Sí, a vos, a él, a mí. A todo el fútbol argentino hace rato que lo tapó el agua. Y para peor, es un agua turbia, podrida, nauseabunda. Como la del Riachuelo.

El viejo Trucco

Encaremos el último tramo del repaso con los despojos sufridos en la derrota 0-2 del 25 de abril de 2010: dos penales a favor no sancionados por Gabriel Favale (un agarrón de Medel que la transmisión televisiva nunca repitió y una escandalosa mano del propio chileno -tras un cabezazo de Romeo- que Marcelo Araujo y Julio Ricardo se encargaron de minimizar, pese a que desde el mismísimo banco de suplentes de Boca se la reconocía), un gol anulado a Aureliano Torres por una supuesta salida de la totalidad del balón en el centro previo (¡qué buena vista la del línea!) y un par de agresiones sin pelota (una piña y un sillazo, para ser más específico) del lateral Monzón al pibe Martínez que no fueron sancionadas, por sólo nombrar lo más relevante.

El listado sigue con el tendencioso arbitraje de Néstor Pitana en el 1-1 del 28 de agosto de 2011, en la Bombonera. Más allá de la discutible posición de Cvitanich en el gol bostero, el juez le dio licencia a Caruzzo, Somoza y Schiavi para pegar con impunidad e inclinó la cancha cada vez que pudo cobrando absolutamente todas las divididas para Boca. Tal es así que, más que Pitana, pareció dirigir Riquelme.

En 2015 nos tocó volver a pelear el título con un Boca que jugaba con el «caballo del comisario», tal como quedó evidenciado, entre otros hechos, por la filtración de escuchas telefónicas a Daniel Angelici vía TyC Sports. El recuerdo puede ilustrase con la criminal quebradura de Tévez a Ham de Argentinos Juniors (una triple fractura expuesta de tibia y peroné que le arruinó la carrera al pibe y que a priori fue justificada en el relato de Rodolfo De Paoli con la frase «se le enganchó el botín en la media«). O acaso con el planchazo del Cata Díaz en el pecho del delantero de Crucero del Norte que no ameritó la sanción de penal, entre otras muestras de la impunidad xeneize. No obstante, elegimos quedarnos con la elocuencia en las palabras de Edgardo Bauza. Harto de los afanos, después de quedar afuera de la Copa Argentina contra Racing a partir de las controvertidas decisiones de Diego Abal, y a sabiendas de que el campeonato local ya tenía dueño, el DT de San Lorenzo ironizó:  «El arbitraje estuvo 10 puntos. Es un año electoral«. Consultado sobre el sentido de esta declaración, el Patón profundizó: «¿Si me refería a la AFA o al país? Yo hablaba de todo, hay que tener mucho cuidado. En un año de elecciones, los que tienen que impartir justicia pueden sufrir presiones extra«.

Y para cerrar elegimos otra igualdad en un tanto. La del 4 de febrero de 2018, en el Bidegain, con Sergio Trucco como árbitro principal. San Lorenzo, que llegaba a la fecha 14 de la Superliga como escolta de su rival, se había puesto en ventaja con un tempranero remate de Botta desde afuera del área. No obstante, a los 15 Boca lo empató con un cabezazo en offside de Tévez. ¿Quién era el asistente que no vio la posición adelantada? Hernán Maidana, un protagonista habitual en este tipo de jugadas contra el Ciclón. Una doble amarilla para Quignon dejó a San Lorenzo con uno menos antes de que concluyera el primer tiempo, por lo que la segunda mitad se hizo cuesta arriba.

Ya en el complemento, Gabriel Gudiño disputó limpiamente una pelota con Emmanuel Mas, cuyo despeje apurado dejaba a un delantero cuervo mano a mano con Rossi. Trucco, sin embargo, decidió cortar la acción de gol y cobrar falta. Minutos más tarde, el propio Mas abrazó groseramente a Coloccini adentro del área, pero en este caso el juez optó por no sancionar nada. Y lo peor llegó a 10 del cierre, cuando Gabriel Rojas recibió una temeraria entrada de Wilmar Barrios y Trucco expulsó… ¡a Rojas! Para completar la estafa, en varios medios se terminó haciendo foco en una infracción no sancionada de Belluschi a Mas. Aunque era afuera del área, con el descaro de siempre parte de la prensa bostera reclamó penal.

Las declaraciones post-partido de Matías Lammens parecieron demasiado tibias en función de tamaño despojo. «Yo no dudo de la honestidad del árbitro. Digo que pueden dirigir condicionados por algunos factores«, señaló el por entonces presidente del Club, que ya tenía en su cabeza el lanzamiento de su carrera política. «No quiero pensar ni abonar la teoría del complot, pero me siento desilusionado cuando pasan este tipo de cosas«, deslizó.

Desde este lado, fuera de cualquier especulación que exceda a nuestro club, sólo se exige Justicia. De más está aclarar que no queremos ninguna ayuda del Poder, estamos orgullosos de vivir sin ellas. Lejos de toda ingenuidad, plantearemos una última inquietud para que mediten los memoriosos: ¿son por casualidad capaces de recordar alguna «equivocación» arbitral relevante en favor de San Lorenzo ante Boca?

No se preocupen demasiado si no lo lograron, les garantizamos que no es amnesia.

 

Carlos Balboa
Para DEBOEDOVENGO

AUTOR: De Boedo Vengo

Agrupación de socios de San Lorenzo fundada en Julio del año 2000 con la convicción de un San Lorenzo más grande, movilizado, en Boedo y como una Asociación Civil Sin Fines de Lucro.

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