Debuto Paolo Montero en el Ciclón

FÚTBOL (DE UN) URUGUAYO

FUTBOL PROFESIONAL

San Lorenzo tiene un presente tan complejo, tan desgastante, tan cargado de ingredientes, que casi pasó desapercibido que ayer debutó oficialmente Paolo Montero como entrenador del club. Es el tercero en su puesto en 2021 y el séptimo si contamos los últimos tres años.

Para su estreno, sin más refuerzos hasta el momento que Ortigoza, el uruguayo lanzó a la cancha un llano y austero, pero casi siempre confiable, 4-4-2: Torrico (capitán); Peruzzi, Gattoni, Flores, Rojas; Palacios, Gordillo, El Gordo, Pittón; Uvita Fernández y Díaz.

Sin ahondar mucho en Arsenal, acá va un breve punteo que tendrá el objetivo de contextualizar la muestra que obtendremos en este humilde análisis: es uno de los planteles con menor presupuesto de los 26 equipos que integran la primera división; viene de jugar (y perder) entre semana en Perú contra Sporting Cristal; para ayer, cambió a 10 de los 11 futbolistas (incluido el arquero) que paró para el pitazo inicial en la Sudamericana, copa de la que San Lorenzo ya quedó eliminado; dos de sus titulares son tan longevos que se abrazaron con el flamante DT de San Lorenzo por haber compartido plantel hace 16 años, ellos fueron Jonathan Bottinelli (36) y Jorge Ortiz (37), que jugó con los ligamentos rotos y aspira a llegar a fin de año para ponerle fin a su carrera profesional.

Ahora bien, sobre lo que sucedió con la pelota en movimiento en el Viaducto, el trámite del partido fue cuanto menos ordinario, muy poco atractivo, se metió muchísimo, tuvo más de un momento memificable de lo parecido al lugar común que le damos al fútbol uruguayo (similar al del ascenso de estos lares), de hecho, a los 15 minutos del segundo tiempo, cuando todavía San Lorenzo se imponía en el marcador, sucedió una jugada casi calcada del reconocido spot irónico promocionando la liga oriental.

Es cierto, San Lorenzo no contó con sus tres mejores piezas de creación, Ramírez y los hermanos Óscar y Ángel Romero, y tal vez por ese motivo Paolo se vio obligado a buscar el gol de dos maneras: con la pelota, olvidarse del carril central e imponerse por ambas bandas gracias a una marcada supremacía física de Rojas, Pittón, Peruzzi y Palacios por sobre sus rivales y centrar (así llegó el gol de Uvita, error de Arsenal mediante); y, sin la pelota, disponer de un bloque medio-bajo integrado por 8 o 9 jugadores, a 20 o 30 metros de Torrico, y salir en más de una ocasión con transiciones ofensivas rápidas que buscaban a las puntas que estaban despegadas y a la espera del pelotazo que los enfrentaría a los centrales rivales.

En ese sentido, Montero le sacó el mejor de los provechos a la casi siempre noble doble línea de cuatro, que podrá resultar amarreta en ocasiones, pero que, a fuerza de concentración y compromiso físico, maquilla falencias defensivas individuales al tiempo que posibilita contraataques peligrosos sin mucha necesidad de una mente brillante. Tal fue su devoción por ese sistema, que a los 30 minutos del primer tiempo se lo escucha claramente ordenarle a Ortigoza: “metete (en la doble línea que integraba el macizo bloque medio) Néstor”, cuando el autor del gol más importante de la historia nuestra, salía a presionar liberando espacio a sus espaldas. De hecho, más allá del gol (de pelota parada) a San Lorenzo casi no le pudieron entrar en todo el partido.

Sobre los rendimientos de los futbolistas en el debut de Paolo Montero:

Sorprendió para bien la actuación de la joven zaga central: ganaron prácticamente todos los duelos que tuvieron (pocos y contra atacantes del nivel ya descrito anteriormente) y fueron ordenados.

Gordillo es un volante central de recuperación. Ya era hora. Es la primera incorporación a la que se le puede atribuir esa característica en los últimos (y frustrados) mercados de pases. Pero tiene un problema a tener en cuenta: el colombiano tiene un alto porcentaje de amarillas por partido, lo que, además de hacer peligrar su permanencia en cancha, lo condiciona atentando contra su intensidad en la marca.

No me pareció particularmente bueno el reestreno de Ortigoza. Es que sus reacciones sin pelota fueron lentas (eso le costó la amarilla en el primer tiempo) y tuvo alguna imprecisión con la de cuero en los pies. Seamos buenos, por más amor que le tengamos, viene de alternar titularidades y suplencias en la segunda categoría de este fútbol. Ahora sí, tan importante fue la falta de estado (me atrevería a decir que fue la única excepción a un plantel con un ritmo físico como pocas veces se vio en las últimas temporadas), que esa amarilla le marcó su reemplazo en la segunda mitad y ninguno de todos los mediocampistas que acumuló Montero con los cambios, pudo poner la pelota bajo la suela y tranquilizar a un aturdidísimo San Lorenzo, que no volvió a ser el de la primera parte.

La falta de creación se sintió. Ortigoza ya no tiene 30 años y, al menos por ahora, no puede ponerse el equipo al hombro él solo durante 90 minutos, como tantas veces lo hemos visto. Más de una vez se generaron conducciones obligadas y no deseadas por jugadores que no deberían cargar con esa responsabilidad, como la del chico Flores a los 43’ de la primera mitad, que tuvo que arremeter con una patriada desde su área porque nadie se le ofrecía para salir y oficiar de cerebro para la contra.

Producto de la ensalada de infortunios, negligencias y malas intenciones de propios y extraños, sabemos que lo que paró el uruguayo en el Viaducto era un 11 cuanto menos diezmado. Ahora bien, con esto, más difícil es todavía saber si las funciones asignadas a cada futbolista son las que idealmente desea el DT.

¿Qué intenciones hubiese tenido Montero si, en vez de Pittón, jugaba Ramírez por la banda izquierda? ¿Y si en lugar de Alexander jugaba Di Santo?

En conclusión, el mensaje, deseado o no, de Montero a la dirigencia y a los hinchas y socios en general fue claro: sin Ramírez ni los Romero, lo que me dejan es esto, un equipo que no le pudo acertar más de una vez al arco de los suplentes de Arsenal de Sarandí. El compromiso no se negocia, pero la temporada va a ser larga y dura, como la que te podés comer en un mal día contra un rival de real valía.

El partido y el contexto ofrecen la reminiscencia de la temporada 2011-12, juveniles que se fugan, deudas por todos lados, partidos poco atractivos desde el juego. Se sufrirá mucho y, si es necesario, se trabará con la cabeza. Los augurios del oráculo de Sarandí no son para nada alentadores.

AUTOR: Matias Buscalia

Colaborador en DBV. Socio de San Lorenzo nro. 27.982. Periodista. Productor.

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