MÁS QUE 90 MINUTOS DE FÚTBOL

CLUB FUTBOL PROFESIONAL

Mi nombre es Laura Fiasche, tengo 27 años y soy abogada, pero fundamentalmente hincha, socia y socia refundadora de San Lorenzo de Almagro. Tengo la suerte -y por momentos la carga- de que mi papá me haya legado este vínculo insólito e incomparable con el club. “Esta es la herencia que les dejo”, nos dijo a mi hermano y a mí, llorando todos, el 13 de agosto de 2014 en San Juan y Boedo. Y yo siempre siento que con esa herencia tengo que hacer algo.

Algo. ¿Pero qué? En principio conocerla.

Una de las facetas que me llama la atención del club, confirmando mi herencia transformada en decisión de seguir estos colores, es su vocación social. Cercano a la gente desde sus orígenes, popular por sus acciones y convicciones, San Lorenzo nos abraza desde su historia a aquellos y aquellas que consideramos que no somos 90 minutos de fútbol por semana y nada más. Mal que les pese a 20 ó 30 ignorantes en redes sociales, San Lorenzo confirma su decisión cuando se compromete con el pedido de justicia por los femicidios o recuerda a los 30.000 detenidos desaparecidos de la última dictadura. Honrando el legado del Padre Lorenzo Massa, recibe en las actividades de Ciudad Deportiva a los chicos del barrio y tiene gente -no necesariamente dirigentes- que en nombre del club organiza comedores y ollas populares.

Siempre orgullosos de haberlo impedido en el año 2000, cuando Miele consideró que tenía resto para plantear algo así a costa de reprimir a los propios, seguimos nuestro camino levantando la bandera de club social, mientras otros se gerenciaban. De un tiempo a esta parte e impulsado por la postura que planteaba desde el gobierno nacional el expresidente Macri (coherente, en este caso, con lo que pensó toda la vida), volvió a sonar la figura de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) y se contestó con una fuerte campaña de rechazo, incluso desde nuestra dirigencia.

Estamos todos y todas de acuerdo: San Lorenzo es una asociación civil, que abre sus puertas e integra a la sociedad que lo rodea y lo va a hacer siempre (en el Bajo Flores y en Av. La Plata), rechazando la opción de ser una Sociedad Anónima e incluso lo ha plasmado en su estatuto. Entonces, ¿por qué, como socios, no tenemos información clara y oficial acerca de los balances? ¿Por qué se postergan las asambleas y escasean las reuniones de Comisión Directiva? ¿Por qué la venta de los jugadores se hace siempre rápido y mal? Poca transparencia, muchas dudas.

Quien había asumido emocionado la presidencia del club decidió “soltar lo que le hace mal” y se tomó -otra vez- una licencia. Encadenadas a su despegue, se sucedieron las renuncias de los gerentes. En su lugar, quien tomó la posta (pese a que el club tampoco es su prioridad, según podemos recordar) empezó a decir que debemos ser más austeros. El resto de la dirigencia postula en las redes la necesidad de hacer una “autocrítica profunda” y “retomar el rumbo”, como si no hubieran formado parte de este proceso en evidente declive. El balance presentado será, seguramente, aprobado a sabiendas de que merece observaciones. Pero desde adentro nadie explica nada.

San Lorenzo no es una empresa y eso es algo que parece que todos tenemos claro. Entonces, ¿por qué el día a día de la política nos resulta tan contradictorio con esta idea? Por mis convicciones, mi formación y en consonancia con el modelo de Club Social que nos merecemos -inclusivo, igualitario, participativo y transparente-, no puedo mirar para otro lado. Desde mis próximas columnas pretendo generar un espacio de reflexión que nos permita repensar las asimetrías existentes entre el Club que hoy nos plantean y el que debiéramos ser.

AUTOR: Laura Fiasche

Colaboradora en DBV. Socia de San Lorenzo nro. 9.569. Abogada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *