CHIFLADOS: UNA POSTAL MÁS DEL BARRIO

CULTURA

Boedo es uno de los barrios más nuevos de la Capital Federal, así como uno en los que más predomina la impronta cultural. Lo cual, si lo pensamos en profundidad, podría resultar un poco contradictorio. Boedo es fútbol, bodegones, casas bajas, tango, pero sobre todo, como dice la Gloriosa, es murga y carnaval. Para adentrarnos en este mundo que está relacionado de forma directa con los colores sanlorencistas, hablamos con Juan Carlos “Pipi” Porcel, referente y director de los Chiflados de Boedo.

Pipi cuenta que la murga, cuyos directores generales son Christian Evangelista y Vanina Tarelli, nació como un desprendimiento que tuvo lugar en 1998, desde los Cometas de Boedo, la cual actualmente continúa. “La idea con los Chiflados era hacer algo distinto que sea algo más que una murga. Darle una impronta que tenga más inserción en el barrio, que no solo se limite al carnaval”, comenta.

Los Chiflados de Boedo se remiten a valores muy puntuales, predominando la inserción en el barrio y la solidaridad entre sus integrantes. “Boedo tiene esa impronta cultural que nosotros tratamos de reflejarla con actos que también estamos convencidos de que tiene que ser así”. Con un rumbo ya definido, los Chiflados, comenzaron a funcionar como una Asociación Civil que, luego de unos años y mucha lucha, también pudieron ubicar en forma de un Centro Cultural homónimo que se encuentra ubicado a metros de la icónica esquina de San Juan y Boedo. Allí se realizan diferentes actividades recreativas abiertas a toda la comunidad.

Efectivamente, la presencia cultural tenía que crecer en el barrio y las murgas podían reunir, convocar y gestar desde su espacio hacia la comunidad. Siempre buscando nuevas opciones y pensando transversalmente. “Festejamos el Día del Niño. Buscamos los permisos, cortamos Boedo -entre Carlos Calvo y Estados Unidos-, armamos un espectáculo para chicos con lo que podíamos del sindicato, negocios, juguetes y juegos. Todo para que tengan esa tarde para ellos y se sientan parte de Boedo y del espacio”.

Carnaval toda la vida

No pudimos evitar encontrarnos frente a la dicotomía que presenta la Vuelta a Boedo para el barrio, los vecinos y, por supuesto, también la murga. Ante esto, la postura de los Chiflados de Boedo es clara: “Nosotros estamos de acuerdo con la Vuelta a Boedo porque como pasó con el carnaval, también va a pasar con la cancha. Hay gente que está en contra porque no conocía la cancha antes, o las movidas culturales que se hacían, y es principalmente porque en el barrio hay mucha gente nueva. Todo cambio choca y ante la duda, siempre prefieren decir: no”.

Además, ven este regreso de San Lorenzo a tierra prometida como una oportunidad: “La cancha va a traer otras cosas, va a integrar al barrio, le va a dar masividad a cosas que se perdieron y es importante porque de por sí es algo merecido y ganado”. Pipi agrega también que “Ganarse a la gente va a costar, en el corso también nos cuesta”, y se lo atribuye en parte a que en Boedo, como en la  Capital, el público se fue despersonalizando y teniendo otros intereses.

En 1997, la Ciudad de Buenos Aires declaraba a las murgas y agrupaciones porteñas, como “Patrimonio Cultural”, pero no está más que reflejada en esta ordenanza.“El carnaval es una de las mayores fiestas que tiene la Ciudad, aunque no está reconocida, ni visibilizada a veces. Nunca se la ofreció a la gente como la gran fiesta que es: popular, libre y gratuita. Con una esencia barrial, principalmente en Boedo”. Y es que el corso de Boedo ya tiene su recorrido y su grandeza, y se refleja en sus 400 metros de extensión. Y agrega también que “la gente que viene a Boedo, viene al corso de Boedo. No solo es gente del barrio, ya trascendió la frontera”, porque, además, “Boedo es carnaval, murga, tango, fútbol y la comunidad. Y este corso, una postal más del barrio”. 

La historia de la murga en la Argentina estuvo atravesada por la Dictadura Militar, proceso que dejó su marca hasta hoy. “En Boedo, como en la Capital, el público se fue despersonalizando. También el paréntesis que hubo durante la Dictadura, en donde se prohibió el carnaval y las reuniones, donde hubo una desconexión con la sociedad”. Luego de ese lapso, cuando vuelve la democracia y se empieza a reordenar el carnaval dentro de la capital, las murgas como asociaciones civiles comenzaron a meterse en el barrio y a organizar el carnaval.

La murga es emoción y energía, y es accesible para todos. Para los extrovertidos consultamos: ¿Qué tenés que tener para entrar en la murga? “Ganas”, menciona Pipi. A sus 64 años, no solo es director en Los Chiflados de Boedo, baila en los corsos y vive por ella, algo que realmente lo apasiona: “La posibilidad de a mi edad, hacer algo que te gusta, es impagable”. Pipi participa en la murga hace más de 10 años, junto a su mujer “que se disfraza de la Chilindrina”, su hijo y uno de sus nietos: “En una familia de murga, es muy difícil que no te salgan nuevos murgueros”, confirma.

La murga es inclusiva. Es un espacio de contención, en donde todos son hinchas del carnaval y nadie te pregunta de qué equipo sos, o cómo pensás. Pipi remarca que: “Nadie te dice que vos tenés que ser de San Lorenzo o peronista para estar en la murga”.

AUTOR: Cielo Manzi

Colaboradora en DBV. Socia de San Lorenzo nro. 127.825. Periodista.

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