CONTATE OTRO (PARTE 1)

HISTORIA

“La historia es una sola” o “la historia se cuenta completa” figuran entre las frases de cabecera de quienes pugnan por reescribir el palmarés y los historiales del fútbol argentino. Esta cruzada parcialmente revisionista, promovida desde ciertas instituciones, será el eje temático de la serie de columnas que aquí inauguro.

Este revisionismo “en busca de la gloria perdida” que habla de una “historia única” y busca empatizar desde “lo romántico” (entendido como la idealización del pasado) nace de una enorme contradicción, puesto que si hubiera una sola historia no haría falta reescribirla ni sería posible hacerlo. Pero todos sabemos que no es así, todos sabemos que hay múltiples historias (las que escriben los que ganan y las que no) y que -en todo caso- la “historia oficial” es la versión que se vuelve dominante en un contexto determinado.

Bien puede decirse, en ese sentido, que desde hace largas décadas la “historia oficial” del fútbol argentino -no niega, pero- le otorga un espacio menor y subsidiario a las competencias que se disputaron en los años fundacionales del deporte en el país. Establecer una diferenciación, basada en criterios eminentemente organizativos, entre dos grandes “eras” (el Amateurismo y el Profesionalismo), significó en la práctica conceder un estatus diferente a los lauros puestos en juego en uno y otro período histórico.

En los últimos tiempos, más precisamente desde que San Lorenzo reclamó con total legitimidad (y consiguió) la validación de un campeonato ganado en 1936, el cual había quedado invisibilizado -décadas después de su obtención- por una mala interpretación del reglamento, y acaso desde que la AFA concedió dicho reclamo sin haberlo examinado con rigurosidad (de otro modo no se explica por qué, en la misma movida, le regaló un título a River -caso que en otra ocasión analizaremos-), algunos clubes creyeron ver la oportunidad de fogonear una reescritura de la “historia oficial” en función de sus propios intereses.

Su revisionismo no apunta a validar el Amateurismo, ya que en ningún momento este período dejó de ser “válido”, sino a cambiar la consideración generalizada sobre el mismo; es decir, a equiparar el estatus de sus lauros con los del Profesionalismo. Quieren convencernos, por ejemplo, de que Racing tiene 17 títulos de liga (sin establecer ninguna distinción) en lugar de ocho, y de que Huracán cuenta con cinco campeonatos conquistados en lugar de su célebre único éxito de 1973.

En su versión más delirante y ambiciosa -de la que algunos medios de comunicación se han hecho- esta reescritura aspira a homologar o unificar la totalidad de los títulos oficiales (ligas y copas, regulares e irregulares, y tanto locales como internacionales) alguna vez disputados. Aspira, en efecto, a la aberración estadística de sumar como homogéneos datos heterogéneos. Como si, después de todo, tener una Copa Estímulo fuera equivalente a alzar una Libertadores.

En siguientes entregas me ocuparé de quiénes, cómo y por qué. Haré referencia a los principales argumentos de su particular versión de la historia (que incluyen la comparación parcial con otras ligas futbolísticas y otros deportes) y expondré las razones de peso que anulan esta “nueva-vieja” perspectiva.

Que el fútbol argentino no nació con el Profesionalismo es indiscutiblemente cierto. A nadie se le ocurre desconocer los pasos fundacionales dados desde fines del siglo XIX. No puede soslayarse el decisivo rol de los inmigrantes británicos que importaron este deporte a la Argentina ni el de los criollos que lo adoptaron como propio. Mucho menos puede borrarse de la historia el capítulo escrito por los clubes pioneros (ni por los pioneros de cada club).

Todo eso es tan cierto como que tampoco puede negarse la verdadera revolución que significó la reestructuración de 1931, un quiebre que -tal como se entiende generalizadamente desde hace mucho tiempo- trascendió la cuestión remunerativa o salarial de quienes defendían tal o cual camiseta. No puede negarse que esta reestructuración -lejos de ser perfecta- significa un antes y un después para la práctica del fútbol en la Argentina, para la consideración del palmarés de los clubes (que la sobrevivieron) y para el conteo de sus enfrentamientos. Negarla, como pretenden algunos, sería un disparate estadístico. Homogeneizar eras en pos de un “mayor conocimiento” de la historia sería un brutal modo de desconocerla.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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