UN DÍA LAS CARETAS SE CAEN

Un día Buffarini se fue puteado.

Un día Ramírez fue puteado.

Y en el medio, entre otros, rematamos a Gaich, Senesi, Palacios… y hasta a un pibe que hoy la rompe en Europa. Un pibe que, cuando más nos necesitó, le soltamos la mano.

Porque el modus operandi de esta dirigencia es inventar relatos: que el jugador no quiso renovar, que pidió mucha plata, que que que. Pero en algún momento, las caretas, como las mentiras, caen por su propio peso.

Y Buffarini habla. Y Julián Palacios te cuenta cómo se sentía Matías corriendo en la cancha auxiliar. Si hasta el propio Torrico habló estando adentro.

Entonces ya no crees lo que te venden, y deja de ser casualidad que todos los que se van del club, terminen refiriéndose mal sobre la dirigencia.

Pero el ejemplo más claro, y más doloroso, se dio con los Romero. Porque expusieron a quienes tenían que exponer antes de que el fuego se apague y todo quede difuso. Y yo celebro con ganas eso, porque ellos nos subían la vara, nos generaban la ilusión de ver qué magia inventaban juntos. Y podrían habernos dado algún campeonato si no hubiéramos traído a un mánager que todo lo que podía hacer mal, lo hizo; pero ellos fueron grandes también afuera de la cancha.

Después de bancarse tanto desprestigio operado internamente (¿Qué club patea tan en contra?, ¿Quién gana descuidando a los jugadores que más venden?), se cansaron y hablaron. Y dejaron en offside a esos cínicos que, humildemente, «los invitaron a buscar otro club». Salieron con esa furia que tal vez nos falte a nosotros. Porque cuesta creer, a esta altura, que no hagamos nada. Y que siempre quede algo peor. Pero estoy cada vez más convencida de que la única manera de mirar con otros ojos a San Lorenzo es metiéndonos en el club. Para cambiar las cosas, tenés que embarrarte.

Que este enojo sirva para transformar el futuro tan desolador que vemos todos. Porque nos llevan por arriba, porque nos sacan las ganas. Y así, solo ganan ellos.