ZONCERAS AZULGRANAS 9: PEDIR BILLETERA

CULTURA

Resulta sugerente, al mirar al pasado lejano e inmediato, que hayan sido grandes empresarios y adinerados inversores quienes más daño le provocaron a la economía del Club. Acaso sea por esa razón de fuerza histórica, que el pedido de una billetera fuerte para cubrir el agujero financiero generado por otra remita tan directamente a la célebre expresión “apagar el fuego con nafta”. Sin embargo, no todos piensan así.

Dejando de lado a los interesados en instalar dicha idea, que de zonzos no tienen un pelo, preocupa bastante leer y escuchar a más de un cuervo de ley buscando la solución a la malaria económica en el poderoso de turno. Cotidianamente nos topamos con expresiones como “para salvar a San Lorenzo hay que poner plata, no queda otra” o “con buenas intenciones no se pagan las cuentas”, por citar sólo dos. Un grave problema estructural queda reducido a la urgencia del momento, y todo intento por atacar sus causas de fondo es -en el mejor de los casos- peyorativamente acusado de romanticismo.

Nadie niega que hoy las cuentas de San Lorenzo se tiñen de un rojo acuciante, que los inconvenientes financieros están a la orden del día y que se necesitan recursos para afrontar los compromisos asumidos y ahuyentar al fantasma de la quiebra. El punto es, justamente, cómo generar capitales genuinos, cómo romper el círculo vicioso de endeudarse-para-pagar-las-deudas, cómo acabar con el ‘cash para hoy, hambre para mañana’. Y, sin un plan coherente y sustentable, la respuesta a este gran dilema jamás puede radicar en la billetera de Fulano o las cuentas bancarias de Mengano. No alcanza toda la plata del mundo para sostener un sistema insostenible. Si algo quedó demostrado durante los últimos años, para el que lo quiso ver, es que sin un proyecto serio el CASLA es un agujero sin fin: nos podrían inyectar 500 millones de dólares y en poco tiempo estaríamos igual que ahora, sobreviviendo con el respirador automático.

Totalmente cortoplacista (“¿y qué querés, caer en la quiebra?”), de todos modos el argumento no sería tan malo si no fuera porque el eventual aporte salvador nunca está desconectado del tipo de gestión que lo secunda. Nunca ocurre que el dinero de Fulano o Mengano se usa para saldar las cuentas y a partir de esa tabula rasa organizar al Club, profesionalizar la gestión, expulsar a los ñoquis y los buitres, derribar de una vez todos los kioscos particulares y sentar las bases para una administración sana. Todo lo contrario: el remedio termina siendo peor que la enfermedad. El aporte prometido (suponiendo que realmente se hace efectivo) acaba condicionando aún más el futuro de San Lorenzo, dando amparo al amiguismo, el parasitismo y los negociados de siempre.

Lo más triste es que, en verdad, el dinero nunca llega en tiempo y forma. O, peor aún, directamente nunca llega. Y es que nadie pone un peso para cambiar las alfombras de un barco que se está hundiendo. ¿Cuándo entenderemos que, más que plata, San Lorenzo necesita honestidad? Más que billeteras, el Ciclón requiere ideas. Más que inversiones, precisa planificación y marketing. Más que benefactores, precisa visión a futuro. Seguir esperando a un Mesías Económico nos condena. Y mientras compramos espejitos de colores, nos venden el Club.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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