EL PODER DE LA AMISTAD

FUTBOL

Los tengo a todos anotados. El día de mañana, cuando sea presidente de la Nación, luego de ser el de San Lorenzo y dejarlos tirados como perros, voy a sacarles el carnet a todos los pesimistas que hay dando vueltas en el submundo de las redes. Es que ustedes, además de no ver el trabajo invisible que está haciendo cierto manager sin alma, tienen la osadía de hacer la vista Ortigoza, digo, gorda, de este hermoso presente que estamos viviendo. Alguno quizás me pueda señalar el cadáver de un perrito (no Barrios, el de la tribuna), o que los pibes, salvo Mercau, son todos bastante normalitos, o que contratamos a un uruguayo alopécico que perdió absolutamente todo, o que vamos casi últimos; todas cosas insignificantes si las ponemos al lado del AMOR (en mayúsculas, porque es inmenso) que se vive en el vestuario y en el club.

Porque no hay fuerza más poderosa que la amistad. La amistad mueve montañas, y da vuelta tablas de posiciones; me atrevo a decir que, hoy por hoy, somos el equipo con mayor promedio de amistades por jugador y tal vez, en un futuro, la FIFA nos deje entrar en copas por cantidad de abrazos. Sin ir más lejos, he visto con mis propios ojos a nuestro nueve, durante uno de estos entrenamientos con tan buena vibra, levantar del suelo a Barrios luego de una barrida, ponerlo en su regazo, besarlo y llevarlo al vestuario, donde estuvieron más de una hora encerrados profundizando su amistad. Nuestro delantero solidario, de cuya presencia en el club debemos estar agradecidos, un tipo que le doblaba las toallas a Frank Lampard y le cebaba el “tea” a John Terry, es el portador del más inmenso AMOR que se haya visto en nuestra institución: su empatía llega hasta el punto de regalar pelotas a los contrarios, errar goles hechos por lastima al pobre arquero, y dar notas hermosas para facilitarle el trabajo al periodismo. Un tipo, como diría Dabove, parejito.

Me duele pensar que el socio no vea estas cosas, me destruye imaginar que el hincha se va a dormir injustamente enojado por estar 24 de 26, o por tener un plantel diezmado, o por tener un manager colorado; hay cosas más importantes que ser competitivos y salir campeones cada tanto (¡tampoco es que perdimos todos los partidos, che!). ¿De que sirve una copa si no hay amor? Palermo y Barros Schellotto ganaron todo y no se pueden ni ver, ¿valió la pena? Por supuesto que no. Ortigoza y el Pitu se agarraron a piñas en el vestuario en plena Copa Libertadores, ¿devolvería la copa para que ese acontecimiento no haya sucedido? Por supuesto que sí.

Este cambio de paradigma es obra de nuestro manager, el artífice principal de que las cosas estén cambiando, el que trajo a un técnico con gran manejo de grupo (claramente pegó con esta decisión, un pleno total, reconózcanlo al menos) y el que puso en marcha la rueda de este amor infinito. ¿Ramírez estaba enojado porque no cobraba? Bien, afuera. ¿Los mellizos del demonio se duchaban por separado, tenían chofer, y además no cobraban un mango y seguían siendo profesionales? Afuera. ¿El grupo necesitaba a alguien que ordene el vestuario, limpie un poco el piso, llene las botellas de agua, siga la línea editorial de la dirigencia y de alguna que otra nota? Adentro. Lo bueno es que Paolo entendió que para relanzar su carrera en un grande debía avalar cada acto de AMOR en silencio, seguramente le irá muy bien en el futuro porque los buenos siempre ganamos.

Algún día, quizás en 20 años, sabrán apreciar todo esto. Los números dirán la peor campaña de la historia, los números dirán campaña de descenso en un torneo normal, los números dirán promedio complicado si no fuera porque nos borraron a Almirón; los números no dirán nada del buen ambiente que se respira en el club, no dirán cómo se está ordenando todo lo invisible a los ojos del socio, no dirán que el amor es el común denominador de un grupo de jugadores limitados pero solidarios y buenas personas. Ojalá que las promesas de cobro a los futbolistas importantes y caros del plantel se mantengan, aunque sea, hasta poder rematar a algún chico más o menos vendible, ya que no queremos ni a otro Ramírez ni a otro Romero que vengan a romper esta armonía.

En fin, los equivocados son ustedes, que no creen en el AMOR. Yo duermo tranquilo al saber que no hay malas personas vistiendo mi camiseta, y soy feliz de entender que al final del día amargarse por futbol es circunstancial y que los amigos son para siempre. Yo seguiré creyendo en el poder de la amistad.

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