LA NOCHE QUE NOS ALENTÓ DIOS

TRIBUNA

La historia de amor entre San Lorenzo, su hinchada y Diego Armando Maradona consta de muchos capítulos que van desde elogiosas declaraciones públicas del Diez hacia La Gloriosa, hasta una banca incondicional de nuestra parte cuando la clasificación al Mundial 2010 no pintaba bien.

En el día que Diego cumpliría 61 años quiero recordar un lindo y quizás no tan conocido episodio de esa historia que me tocó vivir en primera persona, y que quedó grabado a fuego en mi memoria.

En el segundo semestre de 1993 San Lorenzo se estaba rearmando como equipo, luego de aquella dolorosa eliminación de la Copa Libertadores de 1992. Encarábamos la Copa Conmebol con el Bambino Veira en el banco y un grupo de jugadores sin demasiado brillo, pero aguerridos. El sorteo indicó que el rival sea Danubio y el escenario, nada menos que el mítico estadio Centenario de Montevideo.

Con varios amigos empezamos a planificar el viaje para seguir al Ciclón, lo que para mí implicaba sortear un obstáculo etario. Tenía 18 años y en aquel entonces para poder salir libremente del país había que ser mayor de edad (21) o tramitar una autorización firmada por los padres a nivel judicial. De más está decir que volví locos a mis viejos para llevarlos a Tribunales a poner el gancho que me permitiera acompañar a mi San Lorenzo.

Afortunadamente las cosas salieron bien y con el tiempo justo logré el permiso. Desde Tribunales fui directo al puerto, a juntarme con mis amigos para subir mi ilusión al barco. Primero cruzaríamos el charco hasta Colonia y luego completaríamos el trayecto en micro hasta Montevideo.

Antes de zarpar, recuerdo, el Ferry ya estaba completamente embanderado de azulgrana y era un festival de canciones que asombraba a los pasajeros comunes. El personal de la empresa nos contó que el día anterior había viajado la hinchada de Hurac*n para jugar contra Peñarol y que eran 17 personas. Sí, diecisiete.

Llegamos al estadio, conseguimos las entradas y nos ubicamos en el sector que nos habían asignado, no sin antes recibir el habitual maltrato que la policía del Uruguay le suele brindar a los visitantes. Cabe destacar que éramos absolutamente locales con el nutrido grupo que habíamos llevado: la hinchada de Danubio es equivalente a la de Deportivo Español, muy poca gente.

En aquel momento sonaba el rumor de que Diego Armando Maradona podría convertirse en jugador de San Lorenzo y eso nos ilusionaba fuerte. Se decía que su amistad con el Bambino y su manifiesto cariño por el Ciclón quizás inclinarían la balanza a nuestro favor.

El inagotable ingenio de La Gloriosa entonó en la tribuna unas estrofas que ya había ensayado durante el viaje: Maradona, Maradona… por favor, no chamuyés… que en el barrio de Boedo… te está esperando la diez”.

De pronto, como por arte de magia, Diego hizo su aparición en la platea. Como no podía ser de otra manera los ojos de todos los presentes se fijaron en él.

Particularmente a mí, maradoneano de toda la vida, en ese instante se me “apagó la tele”. No recuerdo nada más. Sólo sé que en un confuso episodio aparecí al lado del Diez, dándole un abrazo y diciéndole “¡Diego! ¡Fenómeno!”, a lo que él me respondió con un “¿Qué haces, monstruo?” que nunca olvidaré en mi vida.

A los pocos segundos la escena era un mundo de gente, y por desgracia no pude sacarme una foto con Diego. Pero afortunadamente hay testigos como el amigo Crocha, gran sanlorencista y seguidor como pocos, que observó toda la secuencia y puede dar fe de la veracidad de lo que cuento acá.

Varios de los muchachos intentaron convencerlo de que viniera a la tribuna con nosotros, pero Marcos Franchi (su representante por entonces) le pidió que no lo hiciera “porque era peligroso”. ¿Peligroso? No, Señor Franchi, lo único que iba a hacer la gente de San Lorenzo era cuidarlo, protegerlo y darle amor, como siempre lo hizo.

Después de esos minutos de euforia, el partido retomó la normalidad y nosotros volvimos a alentar al Ciclón hasta el final, intercalando el repertorio de ocasión con algunas canciones dedicadas a Pelusa. Como por ejemplo el clásico “Diego, querido! Boedo está contigo!”, al que el astro respondió -como siempre lo haría- poniéndose de pie y aplaudiendo. Tampoco faltó una chicana para nuestros hijos de la Ribera, cuando entonamos el “Olele’ Olalá, El Diego se hizo cuervo, bostero ya no es más” que le arrancó carcajadas.

No fue un partido de esos que quedaron en la historia. Se trató de un pálido empate en cero que dejó bien parado a San Lorenzo para avanzar de fase (la vuelta fue triunfo 2 a 0 en condición de local). No obstante, será inolvidable para aquellos que tuvimos la dicha de presenciar… la noche que nos alentó Dios.

AUTOR: Hernan De Luca

Colaborador en DBV. Socio de San Lorenzo nro. 19.105. Chef profesional.

1 comentario sobre «LA NOCHE QUE NOS ALENTÓ DIOS»

  1. Hola Fenómeno, te paso una canción q seguro la conoces, estaría buenísimo dado el contexto del Diego q le dediques una nota. La canción marca la abismal diferencia de La Gloriosa con cualquier Hinchada, Diego sin jugar y la Gloriosa ya tenía canciones….los bosteros le seguían cantando vale 10 palos verdes !

    Maradona se canso de oler mierda y se fue
    Para siempre de la boca para nunca más volver
    No quiere dejar el fútbol ni tampoco el descontrol
    Por eso viene a Boedo con la banda del Ciclón

    Yo quiero ver , y ésto no es joda
    La camiseta en el pecho de Maradona
    Yo quiero ver a los bosteros
    Cuando se enteren suicidarse en el riachuelo

    Saludos!! El Chueco de Zárate

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