CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

FUTBOL

Tras 17 fechas, la dirigencia decidió echar a Paolo Montero y, en este desarrollo de entresemana, voy a intentar ser lo más justo posible para elaborar un balance de lo que nos ha dejado su paso por nuestra institución. Sin más preámbulo, acá vamos.

La pesada herencia

En procesos tan cortos, como los que nos tiene acostumbrados y acostumbradas esta dirigencia, es muy importante tener en cuenta qué hereda el entrenador actual del ciclo anterior, así que enumeremos:

-Plantel endeudado.

-Vestuario fragmentado.

-Tres figuras.

-Inexistencia de patrón de juego claro y nulo convencimiento de parte de los intérpretes.

Una de las tres figuras no llegó a debutar y fue fría y llamativamente vendida a Boca de la noche a la mañana. A los otros dos jugadores de jerarquía que tenía el plantel se les rescindió el contrato en medio del torneo. Desde el último partido de los Romero, cabe aclarar, San Lorenzo ganó 2 partidos, empató 3 y perdió los 5 restantes.

El plantel, entonces, quedó compuesto por algunos contratos elevados de jugadores experimentados, cuyos rendimientos que no se condicen con esos números, Torrico, lo que queda de Ortigoza, Uvita Fernández y juveniles. Esas han sido las herramientas de nuestro calvo entrenador para hacer lo que vimos.

Los resultados

Desde 2017 para esta parte, es ineludible que el fútbol de San Lorenzo ha venido en progresivo retroceso. Tanto en juego como en objetivos. Como hinchas, hemos visto cómo nuestras ilusiones pasaron de ser campeonar en alguna copa de segundo orden a directamente sumar puntos para alejarnos de los puestos de los descensos que inminentemente volverán a nuestra competición.

Montero terminó con 17 puntos en igual cantidad de partidos. Con tan solo el 33% de los porotos, tiene el peor porcentaje en los últimos años, incluso por debajo de Almirón, cuya madre es todavía recordada en los escalones del Nuevo Gasómetro.

En este sentido, la evaluación es por supuesto negativa.

El juego

Es verdaderamente llamativo. Han pasado entre 1530 y 1600 minutos totales de fútbol y nadie puede decir con certeza a qué juega San Lorenzo. A grandes rasgos, podría decirse que fue un equipo que buscó sistemáticamente ponerse en ventaja y aguantar. Claro, hubo dos grandes problemas: en primer lugar, el cómo abrir el marcador. Salvo contadas ocasiones en las que se consiguió con asociaciones (gol de Uvita a Banfield), en general, los goles de San Lorenzo llegaron por errores del rival, pelota parada y remates desde afuera del área. Muy poca elaboración. Muy poco trabajo. En segundo lugar, San Lorenzo es un equipo que, si bien juega a aguantar, no sabe defender. Tanto es así que es la séptima valla más vencida del torneo.

Con cuatro, con cinco, con tres. Con doble cinco, con uno solo, con Ortigoza y sin él también. San Lorenzo jugó a no tener la pelota porque cuando la tuvo fue más peligroso para sí mismo que para los demás. Basta con mirar el gol de Laucha Acosta antes de ayer, o el de Banfield, o tantos otros. El problema con esto es que la defensa de Montero fue acumular hombres en el fondo y ocupar espacios. Nada más. Y con movilidad (porque si formás con Ortigoza y Zapata, todos los planteles van a tener más movilidad que vos), casi todos los equipos te pudieron superar y te pudieron abrir.

Un dato importante, de 10 veces que San Lorenzo pudo ponerse por delante en el marcador, sólo en 4 oportunidades pudo sostener el resultado. A San Lorenzo, generalmente, cada vez que lo buscaron, lo encontraron. Si a esto le sumamos que (salvo el descuento de Martegani contra Colón) cada vez que le convirtieron, el equipo de Montero no hizo más goles, podemos aseverar dos cuestiones:

A – Tu idea funcionó en sólo 4 de 17 partidos.

B – Tu plantel no tiene reacción anímica y vos carecés de lectura de juego para dar respuestas a lo que el partido te pide.

Entonces, lógicamente, la evaluación es en este caso negativísima. Tal vez la peor de todas las aristas a analizar en este desarrollo.

Una conclusión

Difícilmente en la Quema quien vaya a sentarse en el banco de suplentes alguien que pueda gestionar al equipo peor que Montero y eso ya es mucho decir. El problema es que, como esta columna explicó en su primera edición, el principal problema de San Lorenzo no está en el entrenador de turno, sino en el manejo institucional de sus activos deportivos.

Hace ya muchos años que no existe un rumbo claro. De Bauza a Guede, de él a Aguirre, más tarde al Pampa Biaggio. ¿Con cuántos cambios de estilo es producente que un plantel conviva en un año? Parece lejano, pero este año lo comenzó dirigiendo el lirista Soso, lo siguió el pragmático Dabove, tuvo el paso de el no tan brillante e indefinido Montero y lo terminará otro con vaya uno a saber qué intenciones. ¿Y el trabajo, las horas de entrenamiento en pos de una idea definida, para cuándo?

Resulta importante remarcar que nos encontramos en un proceso de vaciamiento institucional como pocas veces se ha visto. En la era de la información viralizada por redes sociales y ya no esparcida selectivamente mediante medios tradicionales, resulta mucho más difícil ocultar la trama y, sin lugar a dudas, ese ha sido el escollo más grande para que nuestra dirigencia cumpla su objetivo de vaciar las arcas del club para cumplir con las obligaciones (que ellos mismos en el poder tomaron) que este tiene para con sus amigotes.

Quienes toman decisiones en el club han tenido su tiempo para darles minutos a los Melano, Elías, Di Santo y Zapata en todo este tiempo sin público. No es casual que contra Colón y Lanús, dorsales que veíamos ingresar cada domingo desde el banco de suplentes hayan dejado de hacerlo. No es casual que Montero haya durado 14 partidos sin público y sólo 3 con hinchas (dos de local). ¿Quién no se había dado cuenta que el ciclo ya estaba agotado hace varias fechas?

Quienes toman decisiones en el club han escuchado el grito de los socios y tuvieron que buscar un chivo expiatorio. Hoy paga el bruto Montero. Mañana veremos.

AUTOR: Matias Buscalia

Colaborador en DBV. Socio de San Lorenzo nro. 27.982. Periodista. Productor.

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