PREVIA EN EL DIVÁN

TRIBUNA

Ya en la entrevista telefónica le había explicado a su asistente que llego a terapia empujado por un factor externo, un dolor que no existía en mi paleta de úlceras sangrantes: me han robado las ganas de saber cuándo juega San Lorenzo.  Cuando mi vieja me pregunta, ¿cuándo jugamos?, mi respuesta es ojalá que nunca.  Y sin embargo acá me ves, preparando el carnet para volver al Bidegain.

El viernes me anuncié en la recepción del Hotel Pullitzer, donde se alojaba la psicóloga. La Licenciada Melfi vive en New York, de visita en Buenos Aires accedió a darme un encuentro por mediación de mi familia con quienes mantiene una larga amistad. Acordamos hacer la consulta en el bar del piso 14. Reconozco que estaba un poco tenso y mi presentación fue un poco tosca. Elegimos una mesa y ahí nomás le dejé claro que no estaba allí por voluntad propia. Sumergido en una profunda crisis existencial, fui prácticamente empujado a pedir ayuda…

Ella comenzó a tomar nota, mientras miraba la carta de tragos le explicaba que la inquietud se hizo verbo cuando jugamos contra Patronato, el día que Montero agradeció jugar sin público. Me desperté aturdido de una sfiesta atorado entre dos quemeras mimosas, puse la tele desde la cama y ya ganábamos dos a cero. Jamás me pasó. Me acuesto el día anterior pensando en el partido y me levanto pensando en el partido. Se activaron mis alarmas. Me hice los estudios neurológicos de rutina y la única neurona que funciona sigue dando batalla, el deterioro es el esperado, pero no el suficiente para saltearme un partido de San Lorenzo.

Honestamente, yo no confío mucho en los psicólogos, sabido es que suelen depositar la culpa de todo en la madre. Pero bueno, desde mi punto de vista, hablaríamos de la madre que parió a estos cerdos hijos de puta que vaciaron a San Lorenzo. Al menos puede ser un punto de partida. Y es abarcativo, porque si bien la psicología apunta a “la” madre, los hijos de puta que vaciaron a San Lorenzo son muchos.

Luego de escucharme, la licenciada me ofreció disfrutar de los tragos observando la ciudad desde la terraza del bar, para después tener la consulta en una sala que hizo preparar especialmente, teniendo en cuenta que solo tendríamos un encuentro. Me relajé, acepté el convite y reconozco que alguna fantasía sobrevoló por mis balcones.

Una vez en la sala, Jennifer me ofreció tomar asiento. Le agradecí, me disculpé por mi ansiedad al llegar y le pregunté dónde debía sentarme, ya que había varios asientos disponibles. Uno que supuse sería para ella y otros dos muy simpáticos, uno con forma de Vuelta a Boedo y otro con forma de Pinocho. Como buen cuervazo, elegí el sillón con forma de Vuelta a Boedo.

Me senté y de los apoya brazos salieron dos manos, una sostenía un talonario de rifas y la otra me revisaba los bolsillos. Después de vaciarme la billetera les ofrecí algunas ideas, hasta un proyecto… Pero la mano que me bolsiqueaba comenzó a pegarme en la nariz. Claro, una cosa es pasarte la gorra en nombre del amor y la otra es estar dispuesto a digerir una idea superadora. Porque una idea es un problema cuando el Club está en modo ozneroL naS. Me levanté como pude, mirando a la psicóloga con cierto enojo y careteando la situación, me dispuse a sentarme en el Pinocho, pero ella rompió el silencio para decirme que estaba reservado por Marcemo, el emo “licenciado” con problemas de nene rico. Cuando suponía que la sesión la haría de pie, la doctora me indicó una tercera opción, un diván muy cómodo al que llamaba “La Camilla de Lamparita”. Me acosté y reconozco que era muy confortable, la sensación era la de hacer la plancha y que todo te relaje las pelotas, por mi cabeza comenzaron a pasar imágenes inéditas, literalmente: los goles de Batistuta y Caniggia en San Lorenzo, los 10 palos de Guil, el campeonato económico que perdimos, el sorteo del triangular Pompilio, las metáforas de Capria y Ercolano empatando la Vuelta a Boedo con Luciana Salazar (dos “cosas” que “todos queremos pero no podemos pagar”), el Grupo Invasor con el Líder antes de convertirse en emo precum adolescente, previo al 38-38 (el culo te llueve) y previo al año electoral que denunció Patón, donde a su San Lorenzo le hicieron comer pizza amasada con harina rebajada y leche destilada en suculentas orgías, en esas épocas donde Angel Easy, Luis InSegura, Taxibeligoy y Willy Marconi se culeaban a mas no poder las ambiciones personales de Tinelli, que deseaba el sillón de su querido Julio.

Basta, incómodo y agotado por tanta tortura emocional, me incorporé llorando y me quebré, confesé que no podía comulgar mi pasado pasional con este presente vacío de contenido histórico, flaco de identidad, ya casi no siento el pulso de mi San Lorenzo interior. Y a horas de volver al Bidegain, esto es preocupante.

La doctora Melfi, astuta, me hizo el juego de los sillones para romper mi gruesa armadura sentimental. En mi barrio, los hombres no lloran. Pero ya entregado al vómito sentimental, extendí mi confesión… Con la voz grave, tomada por el ardor del faso y el ácido existencial, le expliqué que hubo un tiempo que no fue hermoso, pero San Lorenzo siempre estaba. Era un amigo que te levantaba el ánimo, te regalaba una sonrisa y en el peor de los casos, te despertaba un recuerdo dulce. Pero desde hace unos años te pega un bife atrás de otro. Y ojo que a San Lorenzo le pongo las dos mejillas, no se trata de quererlo en las buenas y más en las malas. De hecho, no se trata de las malas… se trata de lo que han hecho con San Lorenzo, de lo que han dejado, de lo que ha desaparecido. Porque las malas ya las conocemos, en las malas te llenamos cualquier estadio, te paramos un gerenciamiento, te levantamos una cancha y recuperamos Avenida La Plata. Sin embargo, hablo de algo que mutiló el orgullo que todo eso nos generaba. Algo que no responde a todo eso que fuimos. No hay reflejos porque no hay esperanza. Adiós esperanza y con la esperanza adiós temor, escribió Robert Graves en el Paraíso Perdido, sin esperanza no hay miedo, sin miedo no hay reacción, no hay oposición a esta oscura gestión que en nuestro paraíso no ha dejado un árbol en pie.

Nos asomamos a San Lorenzo y no vemos un pibe que nos ilusione. No vemos un jugador que nos identifique (salvo Torrico que por su tremenda actualidad se resiste a ser parte de nuestro pasado), no vemos un técnico que pueda gestionar este momento, no vemos un dirigente con ideas superadoras. No vemos ningún interés por honrar la grandeza del Club. Por el contrario, vemos siempre a los mismos, jugando los mismos roles. Vemos ratas que arruinaron al Ciclón rapiñando lo poco que queda, desesperados por recuperar su guita, mientras vemos oposiciones que nacen de grupos que siempre se alimentaron a leche y caca del oficialismo.

La licenciada tomaba nota, hacía muecas, y no me interrumpió nunca. Solo en un momento me preguntó qué hacía yo para torcer esta historia, entendiendo que la falta de esperanza cegaba la visión y todo lo que le había manifestado en un monólogo sentido y nostálgico de justicia. Está bien, su comentario me puso frente a un espejo. Y en ese espejo no me reconocí. No vi al pibe que fui, ni el aguante, ni el orgullo de pertenencia que te da San Lorenzo que te hace sentir diferente del resto. Vi a un hombre que no quiere llegar a los 60 años hablando de los cuatro o cinco forros hijos de puta que demoran la vuelta, que vacían el club y te hablan de “sanlorencismo” y “todos juntos” para manejar los temas sensibles entre cuatro o cinco soretes. Son los mismos que acomodan el lomo siempre predispuestos para una caricia que les permita ser parte de una rosca que de vez en cuando les regale un ticket, una foto y también, los coloca en un lugar de poco privilegio en la historia del club, cosa que poco les importa, mientras puedan seguir jugando el papel triste chiquito y lamentable que ensayan. Pasan los gobiernos, pero siempre ves a los mismos mamando sanlorencismo del pico.

La licenciada trata de entender, pero a esta altura ya sé que no entendió una poronga. Entre los tragos previos y mi tarántula en crisis, doy por hecho que de aquí en más será otro monólogo del granito en el culo que le está saliendo a este pájaro negro.

Porque el viejo Ciclón se desvanece detrás de un pálido velo, y me inunda la nostalgia. Hoy me arrincona la vergüenza y el desconcierto, porque Tinelli, Abdo, Lammens, Savino, fueron unos sin vergüenzas, pero a ellos los votó el socio. Y eso que vimos cómo se repitieron nefastos libros de pases, sospechamos tongos entre técnicos y representantes, Almirón y Dabove huyeron dejando atrás un manto de sospechas entre colombianos y jugadores falopa. Vimos cómo desarmaron al equipo campeón de América cagándose en Bauza y en los ídolos que la Copa construyó, vimos cómo el traidor con cara de hada violada decretaba un año de transición con el equipo de Biaggio a un punto de Boca. Vimos crecer su vinería, sus ambiciones políticas, su imagen en las encuestas al mismo ritmo que vimos sucumbir el patrimonio de San Lorenzo. Vimos las dos o tres licencias de Tinelli, lo vimos mentirle al hincha en la cara, lo vimos tirarle la policía a un socio, lo vimos boludeando a San Lorenzo en su programa, y lo vimos y lo vemos hacerse el boludo cuando un árbitro te rompe el orto, porque él está condicionado para defender a San Lorenzo, por querer ser presidente de AFA, por ser presidente de La Liga, por querer todo y no entender nada.

Los vimos y los vemos romper San Lorenzo y nadie hace nada. “Que el hincha haga lo que sienta”, dijo el ídolo que vino para echar a los Romero y oficiar de trinchera para esta nueva dirigencia que dejó ir a tres figuras claves (Ramírez & el Romero Team) con el torneo empezado, que trajo a un manager al que rajaron de Central por vago, que a su vez trajo a un entrenador que reconoce libre de empacho que viene a hacer experiencia para dar su salto a la elite. A la elite de la concha de tu hermana vas a ir Montero. Una nueva dirigencia que cuelga pibes, que negocia a jugadores titulares con el torneo en la sexta fecha y que no encuentra soluciones en la crotera cotidiana. No se les cae una idea, ni para posicionar la marca, ni para generar recursos genuinos, no pueden organizar ni una reunión de comisión directiva ni poner activa una aplicación para el regreso ordenado de sus socios. Son un papelón, y no son nuevos. Y encima te dicen que van a sacar a San Lorenzo del pozo en el que ellos mismos lo metieron, para así poder asegurar su impunidad, y al mismo tiempo, la continuidad de este modelo que nos arruina.

El viernes la doctora Melfi entendió que puedo hablar horas sin parar dando vueltas en círculos sobre los múltiples problemas, enormes y diminutos, estructurales y bien crotos, que están haciendo mierda al Club. Y también entendió que mientras ensayaba mi catarsis tenía el celular en la mano, esperando recibir el mail que me habilitara para ir a la cancha después de un año y medio para volver a llenarme el corazón viendo a los colores más lindos del mundo. Así las cosas, la doctora decidió terminar con ese pobre intento de terapia y con absoluta frialdad me indicó que mi tiempo se acabó. La miré ensimismado. Ella hablaba de la terapia, pero yo sé que hay una voz más implacable, histérica, que retumba en mi cabeza desde hace ya unos cuantos años repitiendo eso mismo, tu tiempo se acabótu tiempo se acabó.

AUTOR: El Veedor Azulgrana

Narrador de realidades que superan la ficción. Detractor del siga siga y enemigo del todo pasa. Deconstruyendo al sanlorencista de ley.

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