«PARECEN LOCO MÍA»

TRIBUNA

Prepará la 28, prepará la 32, preparate, che qu*mero, que el domingo va el Ciclón”, anticipaba La Gloriosa desde los tablones de la vieja cancha de Ferro. Promediaba el segundo tiempo del encuentro frente a Argentinos Juniors, correspondiente a la tercera fecha del campeonato de Primera División de 1990, y ya se palpitaba la visita a la Qu*ma de la semana siguiente.

El mal arranque del equipo, con dos empates y una derrota, no opacó en absoluto el ánimo de la hinchada, que sólo pensaba en volver a vivir el clásico barrial. Así sería luego de los cuatro años que los roñosos deambularon -con pena y sin gloria- por el Nacional B. Ni siquiera la caída frente al Bicho impidió que los jugadores fueran despedidos con un estruendoso: “Maaatadooor, que vamos a copar la Qu*ma, que vamo’ a copar la Qu*ma”…

De la mano de mi tío Vicente, a quien le debo el amor por estos colores, estuve presente en algún que otro clásico previo al descenso qu*mero de 1986. Pero aquel partido disputado el 09/09/90 es el primero del que guardo recuerdos concretos.

En los días previos, el ambiente del barrio estaba caldeado: el cruce con nuestros hijos menores ya había recibido el mote de “partido de alto riesgo”. Parecía entendible que mi viejo -que no era hincha de San Lorenzo- se negara rotundamente a que aquel pibito de 15 años concurriera solo a la cancha. Pero fue tal mi insistencia, que cedió a acompañarme.

Almorzamos temprano y nos tomamos el 65 con destino a Parque de los Patrici*s. Al pasar por Avenida La Plata al 1.700, mi viejo lanzó un melancólico: “Pensar que acá estaba el Gasómetro”… Bajamos del bondi en Caseros y Colonia, y empezamos a caminar entre un mar de cuervos. Lo que más llamó mi atención fue no cruzarnos a uno sólo de ellos en ningún punto del trayecto, ni siquiera al atravesar su sede. Ahí tuve mi primera percepción de que íbamos a ser locales de verdad, de que “copar la Qu*ma” no era solamente una tribuneada sino una realidad palpable.

Sacar la entrada fue un verdadero calvario. Luego de forcejear un rato pudimos lograrlo y emprendimos la pugna por ingresar a la tribuna, cosa que hicimos a falta de 15 minutos para comenzar el encuentro.

Antes de entrar miré hacia atrás y pude divisar, entre muchísima gente, a los muchachos de la banda que venían caminando. Lo hacían sin custodia, como era habitual en aquella época, al grito de: “Para ser qu*mero sólo se necesita un patrullero, vinimos todo el año a ver tu aguante y vos no apareciste, Glob* puto, vigilante”…

Con mucho esfuerzo nos abrimos paso a través de una de las bocas de acceso. Al asomarnos pudimos ver absolutamente repleta y desbordada la popular visitante, que por ese entonces tenía capacidad para 20.800 personas. (El dato curioso es que en esa cancha la tribuna visitante es más grande que la local, enorme sincericidio de los dueños de casa, tal como ocurre en una de sus más emblemáticas canciones: “Dicen que somos poquitos”).

También había gente de San Lorenzo en la platea Miravé. Sin temor a equivocarme, estimo que esa tarde llevamos alrededor de 25.000 personas al Ducó. Mucho más que ellos, claro, que no completaron su popular ni sus plateas.

El ingreso de la banda fue descomunal: bombos, una bandera larguísima, un cordón humano que parecía nunca terminar y un grito emblemático: “Ahí viene la hinchada, qué loca que está”…

Faltaban unos cinco minutos para el comienzo del partido y el ingenio de La Gloriosa le sumó un par de canciones al clásico repertorio dedicado al hijito bobo, haciendo alusión a su paso por el ascenso y a su escasa convocatoria. “Qué te pasa Hurac*n, no te vienen a ver, te olvidaste la gente en el torneo Nacional B”… “Hurac*n, Hurac*n, Hurac*n, Hurac*n, qu*mero vigilante, cuando vas a la farmacia, no te olvides el carnet, porque sos el jubilado de la B”… “Son poquitos, son poquitos, son poquitos, lo sabía, le faltan los abanicos y parecen Loco Mía”… (Los centennials tendrán que googlear esta última referencia musical).

Pero la gran sorpresa fue cuando salieron los equipos y desde lo más alto de la tribuna comenzó a desplegarse el telón con la leyenda “El Nuevo Gasómetro es realidad”, al que enseguida se sumó otro más pequeño, y un tercero con la bandera argentina y la leyenda “El Ciclón en Italia”. En esos tiempos, llevar un telón de visitante era algo que casi ninguna hinchada se atrevía a hacer. San Lorenzo llevó tres.

Fue un golpe de nocaut para ellos, que no podían creer lo que veían. Se quedaron mudos los 90 minutos.

El partido fue un intrascendente cero a cero, pero la fiesta de La Gloriosa esa tarde quedó para siempre en la retina y los oídos de todos los que tuvimos la suerte de vivirla. Así fue por la cantidad de gente, por el despliegue de canciones, por las banderas, por los bombos, por la humillación a los de enfrente, porque fuimos locales de verdad. Y además, para qué negarlo, porque uno ya está grande y añora esos tiempos. Esas tardes de domingo en las que se podía ir de visitante y copar una cancha ajena, en las que el único límite pasaba por la capacidad de la tribuna, en las que se respiraba el hermoso folclore del fútbol, en las que -en definitiva- éramos felices… del alambrado para acá.

AUTOR: Hernan De Luca

Colaborador en DBV. Socio de San Lorenzo nro. 19.105. Chef profesional.

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