Una pesadilla tras otra
El maullido lloriscoso de Robin me hace levantar de la cama y me doy cuenta de que el plato de comida está vacío. Cuando voy al cuartito donde está el bolsón para hacer la recarga del alimento balanceado, me agacho para agarrarlo, pero mis brazos no llegan. No entiendo muy bien cómo, pero la bolsa se aleja un poco más con cada parpadeo. El gato maúlla cada vez más fuerte. Me aturde y le pido que pare con un grito que nace sabiéndose huérfano de soluciones. Sigue maullando. La bolsa, cada vez más lejos. Me desespero. Abro los ojos. San Lorenzo empata 0-0 en Tucumán y van 40 minutos del segundo tiempo. Habían echado a Julián Palacios mientras el más gordo de mis gatos me atormentaba en mi pesadilla. No pasó mucho más hasta que el árbitro nos hizo el favor de terminarlo.
Al día siguiente me tomé el trabajo de ver el partido y lo que vi fue bochornoso. Los problemas de fechas anteriores siguen. El principal de ellos es la falta de generación de juego, claro, es que San Lorenzo nunca busca superar al rival mediante asociaciones, sino mediante errores que puedan llegar a tener (o no) los rivales. De hecho, así llegó el tiro en el palo de Uvita, la única situación real de peligro que generó el sábado el equipo de Montero. Los goles propios llegan en general tras errores, de pelota parada o por algún remate de media distancia de Sabella.
Hay que ser sinceros (y justos) con Montero, al plantel que le dieron le cortaron a sus tres mejores jugadores con el torneo empezado. Hoy no sobran futbolistas en ningún puesto de este plantel pésimamente armado y el famoso proyecto de inferiores quedó en algún excel que todavía no se encuentra, por lo que poner juveniles en este desastre es un manotazo de ahogados, porque una cosa es poner a Sequeira delante de Óscar y otra es ponerlo delante de esta versión de ultratumba de Ortigoza o de Elías. A los chicos se los acompaña o se los prende fuego, a esa edad no hay muchos puntos intermedios.
Ahora bien, cuando tu plantel no tiene calidad ni jugadores capaces de sacarse a un contrario de encima, ¿estás obligado a defenderte (y muy mal) en todas las canchas y contra todos los rivales? Si bien es más difícil, no. Y de hecho, si esa fuese la idea, se está ejecutando muy mal. Recuerdo al Atlético Tucumán de Zielinski, el que deja afuera a River en los cuartos de final de la Copa Nacional que gana Tigre descendido en 2019: sin grandes estrellas, le ganó 3-0 y eliminó al River de Gallardo (que venía de ser campeón de la Libertadores frente a Boca y que meses más tarde llegaría a la final del mismo certamen). Dos líneas de cuatro, generadores clave de juego del rival tapados, saques largos y el 9 pivoteando para la subida del 10 o del 7. Y trabajo, muchísimo trabajo. En este apático San Lorenzo es lo que no se ve: trabajo.
Entonces, ¿por qué se queda Montero? ¿Porque alguien ve alguna mejora en el juego? ¿O porque es caro echar a un entrenador más? En este club, cuando se adquiere determinada edad y el eterno círculo sin fin sanlorencista llega a uno de estos momentos (2006-2011-2021, por poner ejemplos), el hincha aprende solito que para prever o adivinar las decisiones dirigenciales, simplemente hay que pensar como un croto.
San Lorenzo ya jugó con 7 de los últimos 8 de la tabla. Si miramos hoy lunes las primeras 10 posiciones del torneo, el equipo de Montero jugó contra 5 y sólo sacó puntos empatando frente a Racing (que hoy podría quedar afuera de esos lugares si Colón suma) y ganándole a un combinado de juveniles de la tercera, cuarta y quinta de Boca. Esa es la muestra que podemos tomar en cuanto a resultados de este ciclo. Todo es muy pobre. Por eso voy a tomar las palabras de Opi, uno de los redactores de este espacio y voy a pedir: Uruguay-no-más. Y que nos despertemos de esta (otra) pesadilla sin tener que entrar a una nueva.
AUTOR: Matias Buscalia
Colaborador en DBV. Socio de San Lorenzo nro. 27.982. Periodista. Productor.