¿TODO ES IGUAL?

HISTORIA

Hay de todo en el universo paralelo de los revisionistas del fútbol argentino. En un primer escalón se sitúan los que equiparan las ligas amateurs con las profesionales. Un poco más arriba figuran los que también revalidan todo tipo de competiciones menores, tanto a nivel local como internacional. Y en el pináculo del “sumaestrellismo” se ubican los que, además de lo anterior, contabilizan partidos amistosos en sus estadísticas.

A esta particular estirpe pertenece historiadeboca.com.ar, sitio que durante muchos años provocó risas generalizadas por presentar los historiales “completos” de Boca Juniors no sólo sumando partidos oficiales, sino también incorporando (y tomando como equivalentes) amistosos, encuentros de pretemporada y clásicos de torneos de verano.

El responsable de historiadeboca.com.ar es Guillermo Schoua, a quien ya mencioné como uno de los miembros del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF) que impulsaron la reescritura de las estadísticas de nuestro fútbol.

Autoproclamado “historiador de Boca” (dicta cursos de historia en el club), Schoua siente que su labor es menospreciada por el “costado hipócrita” del ambiente futbolero. “Este sitio está originalmente ideado desde la pasión, pero aquí lo que hay es un trabajo serio, dedicación y esfuerzo”, señala en el apartado de contacto de la web.

En las últimas semanas, el revisionista xeneize publicó una nota titulada “Controversias sobre los títulos oficiales”, cuya lectura recomendamos, en la que se propuso dar respuesta a diversos interrogantes vinculados con el amateurismo y el profesionalismo, las copas que ya no se juegan más, y las estrellas en los escudos.

Bocambalache

Lo primero que nos interesa del artículo es su reconocimiento de que la oficialidad de tal o cual competencia admite un margen de interpretación. Esta idea (¿acto fallido?) no es común entre los revisionistas, que suelen restringir el debate de “lo que cuenta” a “lo oficial” (y “lo oficial” para ellos lo estipula un papiro olvidado en la biblioteca de AFA). Del texto de Schoua se desprende, en cambio, que no alcanza con dar con un documento de hace 100 años para dictaminar la validez de una copa o de un torneo: hay que analizarlo y ponerlo en contexto antes de otorgarle una consideración determinada.

Otro párrafo sugestivo es el que alude a Boca como precursor en el agregado de estrellas a su distintivo. Schoua fundamenta las 70 estrellas que hoy luce el escudo del CABJ como fruto de un “trabajo de investigación” sobre los títulos obtenidos en todas las eras (incluyendo la simbólica “Copa de Honor 1925” post-gira europea). También reconoce que, ante la indiferencia de la AFA, cualquier club puede bordarse cualquier cosa.

Pero lo más interesante llega al final de la nota, donde el autor se hace cargo de que, aunque no figure en el escudo, “la Liguilla 1986 es más importante que la Copa Ibarguren 1944”. Para zanjar la contradicción entre el “valor emotivo” de los títulos y su “validez oficial”, Schoua busca un “criterio objetivo”. Y lo encuentra hermanando “todas las competiciones de carácter oficial que le hayan otorgado un título avalado por la asociación organizadora”.

El problema de este criterio, claro, es que su aplicación sepulta toda pretensión de objetividad bajo el exorbitante peso de la insensatez. Como en los versos de “Cambalache”: todo es igual, nada es mejor. Y así, tanto en la consideración revisionista como en el escudo de Boca, una copa de leche termina valiendo igual que una Libertadores.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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