HURACINGUAY

HISTORIA

La decisión de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA) de exigirle a la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) que deje de exhibir cuatro estrellas en el escudo no pasó desapercibida en nuestros medios y redes sociales. Proliferaron los comentarios, las bromas y los memes haciendo referencia a la pretensión charrúa de equiparar la obtención de los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928 con las Copas Mundiales de 1930 y 1950.

En verdad, el requerimiento de la máxima entidad del fútbol tuvo como destinataria a la empresa Puma, responsable de la indumentaria de la selección uruguaya. Así lo reconoció el director de Competiciones de la AUF, Jorge Casales, antes de asegurar que se encuentra buscando documentos que respalden el “tetracampeonato mundial” de Uruguay para revocar la medida de la FIFA.

Más allá de las chanzas, la cuestión revalida el debate sobre el revisionismo autóctono.

Sin detenernos a analizar la pertinencia o no del reclamo uruguayo (algo de lo que ya hablamos aquí), hay que destacar que los estadígrafos de Boca, Racing y Huracán tienen en el país vecino a un aliado estratégico en su pretensión de reescribir la historia de nuestro fútbol. Sucede que en Uruguay, tierra prometida del revisionismo, nunca se dudó en homologar los logros amateurs con los profesionales. La construcción de la grandeza futbolística del vecino país depende, en buena medida, de ese consenso.

De hecho, la principal discusión que tienen los historiadores uruguayos es si deben computarle o no a Peñarol las estadísticas del extinto Central Uruguay Railway Cricket Club (CURCC). Básicamente, los más fervorosos adeptos al suma-estrellismo consideran que no se trata de dos clubes distintos, sino que uno sería la continuidad del otro (y, por ende, habría que añadirle a Peñarol los logros del CURCC). Esta interpretación incidiría en favor de los manyas tanto en el palmarés general como en el historial de partidos contra su clásico rival Nacional.

No es fortuito que, en defensa de sus intereses particulares y en contra del sentido común, el brazo tuitero de los revisionistas argentinos (@rhdelfutbol) se alinee detrás de la AUF con respecto a sus cuatro mundiales imaginarios. Sin sonrojarse, los estadígrafos locales argumentan que “si bien ganó dos Copas del Mundo de la FIFA, Uruguay es cuatro veces campeón mundial”.

Señales saludables

Tampoco fueron casuales los asiduos viajes realizados por los revisionistas de una orilla a la otra del Río de la Plata. Muchos años antes de la pandemia, organizaron encuentros y tertulias en los que intercambiaron datos y unificaron criterios para darle una nueva legitimidad a la Cup Tie Competition, la Copa de Honor Cusenier y la Copa Aldao, entre otras competiciones anecdóticas y olvidadas que clubes argentinos y uruguayos disputaron tanto a nivel amateur (la mayoría) como profesional.

Como ya dijimos: debe haber sido un golpe duro de asimilar, para la “lógica” de quienes piden equiparar todas las competiciones regionales alguna vez celebradas, la aclaración de la Conmebol de agosto de 2015. Por entonces, la entidad llegó a felicitar a River por la obtención de su “15º título internacional”, al contabilizar competencias como la Copa Aldao y la Tie Cup Competition. Pero rápidamente rectificó el conteo y atribuyó el error a su Departamento de Prensa.

Si aquella aclaración de la Conmebol fue un cross a la mandíbula del revisionismo, la flamante decisión de la FIFA es directamente un tiro en el corazón de sus aspiraciones a reescribir la historia homologándolo todo.

Tal como había actuado nuestra Liga Profesional de Fútbol cuando definió el formato de la Copa de la LPF 2020 (dejando de lado los lauros del amateurismo y desatando las quejas de Racing y Huracán), lo que acaba de hacer la FIFA es llamar a las cosas por su nombre: Uruguay no puede adjudicarse la obtención de cuatro mundiales, ya que sólo ganó dos. En tiempos que apestan a posverdad y negacionismo, esta puesta de puntos es absolutamente oxigenante.

La autopercepción, de cuya importancia nadie duda, tiene necesariamente que estar limitada por parámetros de lo real. Sin ese anclaje, corre el riesgo de convertirse en delirio de grandeza.

Asociar esta premisa a un par de clubes resulta inevitable: desde el que se autopercibe “primer grande” hasta el que se reivindica como “sexto grande”. Hay otros, también, a los que cada tanto la realidad los ubica, los baja a tierra. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Pero eso sí: sin bordarse estrellas de más.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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