BAILANDO EN LA DUCHA

FUTBOL

Voy a ser breve. Y pido disculpas si la columna de hoy dista un poco de lo que los acostumbré. Antes que nada, les agradezco la tolerancia y el amor a quienes me han acompañado en este espacio, que nos encuentra comulgando nuestro bruto pan de cada fin de semana, este sacramento de sabores últimamente más amargos que dulces.

Hubo una época de mi vida en la que trabajaba muy lejos, muy temprano (al menos para lo que mis estándares permiten) y con gente muy hija de puta. Me bañaba de madrugada mientras me lavaba los dientes abajo de la ducha con la luz apagada. Todo con los ojos entrecerrados. Todo para no enfrentarme al espejo y mirarme a los ojos a mí mismo. Como quien sabe que el escollo es ineludible, pero tiene tanto miedo, que prefiere mirar películas, zambullirse en el pomposo vacío de las redes sociales o destinar frustraciones en partidos de San Lorenzo. Así, pateé el problema todo lo que pude, depresión mediante, hasta que el inconsciente me mandó a hacer una o dos cagadas más o menos grandes y llegué a un punto de no retorno. Alguien había tomado por mí la decisión que yo no tenía los huevos de tomar.

San Lorenzo hace ya muchos años que entra a bañarse bailando el Vals de la Vuelta a Boedo, mientras es goleado por equipos que desconocíamos hace una o dos décadas y regala a Ramírez a Boca para poner en su lugar a un Ortigoza de casi 37 años. San Lorenzo hace ya muchos años que se lava la careta, pero no se pasa jabón por los hongos seismanzaneros que le carcomen, en forma de una gonorrea galopante, la poca humanidad que le queda para ofrecer. San Lorenzo hace ya muchos años que está mareado y los codos de los que se fue agarrando en medio de la oscuridad para no darse de lleno el marote con el mármol de los cheques sin fondos son cada vez menos (y cada vez más oscuros). San Lorenzo hace ya muchos años que dejó de tomar sus propias decisiones. San Lorenzo hace ya muchos años que sigue dándole vueltas a la regadera del todos juntos, pero sin mirarse al espejo y, ya en 2021, se está quedando sin cuerda, sin fútbol, sin participación y sin patrimonio.

Charly García cierra El rap del exilio, en Piano Bar (1984) arengando irónicamente “Vamo a bailar, vamo a bailar”, mientras suena una melodía extraña para su repertorio, disonante con el resto del disco, una canción casi cachenguera. Lo que hace el artista no es más que denunciar que, mientras un montón de cosas horribles pasaban (más o menos descritas anteriormente en la letra), muchos colegas funcionales al poder, sueltos de cualquier compromiso social, se dedicaron a llenarse los bolsillos con canciones para distraer, con canciones para bailar. En el exilio de Pompeya, San Lorenzo baila el lento y eterno Vals de la Vuelta a Boedo mientras se baña con la luz apagada y todo se prende fuego.

Sobre el partido

San Lorenzo me tiene los huevos llenos, no ahondaré hoy en demasiadas metáforas.

Un breve punteo de Unión: hasta enfrentarse a San Lorenzo, en 360 minutos había convertido tan sólo dos veces (una fue en contra) y le habían hecho siete goles. No había ganado en todo el campeonato y rara vez había sido tenido pasajes avasallantes de fútbol. El sábado dominó sin pelota y pateó cinco veces entre los tres palos. Nos hizo cuatro.

Apenas arrancó el partido anoté que la línea de tres de Unión nos podía traer algún problema. Pero San Lorenzo fue superado en todos los sectores de la cancha. En defensa estuvieron flojos los cuatro, pero en el medio y adelante no estuvo la excepción. Lejos de culparlo, ni siquiera Torrico tuvo una actuación como la media que nos acostumbra.

Ángel Romero es un desperdicio en ese sector, sí. No es estrictamente su culpa que el equipo de Montero no genere fútbol, pero seamos claros y sinceros, no logró sacarse un sólo jugador de encima en todo el partido y no ayudó jamás a Rojas. Tres de los cuatro goles fueron jugadas que iniciaron o que tuvieron participación determinante en su costado. Y esta vez no estaba Pittón.

A Ortigoza ya nos hemos encargado en muchísimas oportunidades de demostrarle nuestro amor incondicional, nuestra devoción por su ancha figura, por su trato para con el hincha y para con la redonda, pero ya es hora de poner sobre la mesa un tema que hasta ahora era más propio de confesionario, que de sala de bar: no está en condiciones de tener más de 30 minutos en la primera de este club. No debería ser sorpresa. No venía a esto. Que quienes puedan ocupar su lugar se hayan ido o no estén a la altura no es su responsabilidad. Recordemos que la única situación clara para los de azul y rojo nació en sus pies y terminó en el palo tras el remate de Julián Palacios, nuestro pibe de cobre.

Dos de los cuatro goles que nos hicieron nacieron en un lateral (¿se acuerdan dónde nació el gol de Banfield?); uno fue un pase de hombría y fútbol por la cara de nuestros profesionales y otro fue una siesta para rescindirles el contrato en el vestuario a Peruzzi y en menor medida a Sabella. Da bronca, pero, ¿a qué voy con esto? A que nuestro calvo entrenador no es el mayor responsable de la vergüenza de esta oportunidad.

Un pensamiento final

Voy a hacerles el favor de no hablar más de fútbol por hoy porque entre la pelota, los exilios y los sacramentos, al menos yo, ya estoy para la extremaunción. En algún punto, San Lorenzo es como el primer (es el único) amor: insuperable. Increíblemente creíble. Cruel. A uno se le rompe el corazón, viejo. Cada sábado, cada domingo, lastimados, pensamos mil soluciones, mil maneras de anestesiarnos, mil maneras de no morir más. Pero cuando llega el viernes, nos percatamos de habernos olvidado cada estrategia, cada plan para defender y priorizar nuestra salud mental, nos ponemos la camiseta a la que más cariño le tenemos y nos bañamos de ese perfume de ilusión inocente que solo quienes somos hinchas conocemos. Cada fin de semana volvemos a creer, cada fin de semana lo arrancamos ilusionados con que esta vez San Lorenzo vaya a cambiar. Y a veces pasa. Y a veces, violento, nos golpea.

AUTOR: Matias Buscalia

Colaborador en DBV. Socio de San Lorenzo nro. 27.982. Periodista. Productor.

1 comentario sobre «BAILANDO EN LA DUCHA»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *