UN MOTOR PARA LOS PIBES Y LAS PIBAS DEL BARRIO

CULTURA

¿Cómo se vive el barrio que habitamos desde 1993? El Bajo Flores es territorio de estigma, pero también de trabajo social y presencia. Para visibilizar la situación, conversamos con Manon Laugier, abogada reconocida en el Bajo.

Podemos debatir muchísimas cosas sobre San Lorenzo, pero hay una sola certeza: su identidad que lo aleja de ser simplemente un club de fútbol. Históricamente es un club que resurgió una y otra vez. Resurgió tras malos resultados deportivos, resurgió cuando perdió la categoría y, por supuesto, cuando le arrebataron la cancha.

San Lorenzo claramente no es solo un club de fútbol, nada termina cuando el juez pita que el partido concluyó. Detrás del club, hay una relación social y política con el barrio. Y asusta, aterroriza a quienes temen que el club se manche por hacer política. Bien o mal, el club ejerce el derecho a la comunicación, plantea situaciones de violencia, derechos humanos o pone la Ciudad Deportiva a disposición cada vez que se lo solicita. Y, lo más importante, saca a pibes y pibas de la calle para aportar un espacio de contención, cuidado y entretenimiento.

Sin embargo, San Lorenzo se encuentra en una parte de la ciudad donde la desidia y la falta de respuestas coexisten. Y donde la presencia del club no pasa inadvertida. Por ello, conversamos con Manon Laugier, una abogada reconocida que atiende situaciones complejas en el Bajo Flores.

“Llegué al barrio en 1982 por amor. Después me recibí y hace 35 años estoy en este estudio que es de la abuela paterna de mis hijos”, comienza. “Para mi, estar en el Bajo Flores es una alegría enorme, imposible de transferir. Tengo un gran amor y consideración por el otro. La posibilidad de ayudar y de resolver temas que serían cotidianos para uno, pero para ellos pueden ser cuestiones muy grande son difíciles de resolver”, agrega.

¿Pero quién es Manon en el Bajo Flores?

Los vecinos saben que nunca voy a dejar de contestar un teléfono, nunca voy a dejar de darles una respuesta para cada problemática. Saben que en mí encuentran siempre a una persona que no se va quedar callada y que va a intentar buscar una solución. Uno tiene que ver cómo soluciona o ayuda al otro para seguir caminando.

Pese a la solidaridad de vecinos y vecinas, la pandemia en el Bajo Flores fue muy difícil. Solo en el barrio Padre Ricciardelli (ex 1-11-14) hay 70.000 habitantes. A ello se suman los barrios aledaños, la falta de estructura y urbanización, salud y asistencia estatal.

 A los cuatro días del ASPO y el cierre de todo producto del DNU, vecinos y vecinas me llamaron diciendo que no tenían qué comer y ahí me comuniqué con los padres de cada iglesia, pero no daban a basto. Empezamos a suministrar a partir de donaciones, elementos y herramientas para que se pueda cocinar.

Había hambre. Acá en el barrio nadie tenía plata guardada para sostenerse un mes.Viven al día, no les alcanza. Llegó un momento en el que se terminó la posibilidad de comer.

Superó la posibilidad de respuesta o solución por parte del Estado. Encontramos barrios sin trabajo. Es más, hacían fila en un comedor y después iban a otro para tener por las dudas comida para el otro día. Eran situaciones horribles y desesperantes para la gente. Pero el trabajo social fue maravilloso.

Es sumamente necesario dimensionar el Bajo Flores. Fuera del estigma, el silencio cómplice y la desinformación, el barrio vive situaciones que merecen ser observadas, visibilizadas y dimensionadas.

Un día dejaron de entregar productos y comidas. Dejaron de llegar los bolsones que se daban a personas con situaciones más difíciles. Llamé y pregunté qué pasa y me dijeron «para nosotros la pandemia se terminó, que salgan a trabajar».

San Lorenzo para el barrio

En contextos complejos la presencia del club es importante. Para el barrio es un signo de identidad y de esperanza, también un motor para activar en espacios que de otra forma, quizás, no se llegaría.

Podemos focalizar en la ausencia del Estado, pero para la gente del barrio Ricciardelli el club es un monstruo del que se espera muchísimo más. Más en cuanto actividades, más en cuanto a integración. Hace, el club hace, ¿pero podría hacer más?

Manon se refirió al rol del club en el barrio:

Se han instrumentado distintas actividades con San Lorenzo. Especialmente con el inicio del fútbol femenino en Villa Miraflores donde nos han suministrado las camisetas en su inicio. De hecho, el club tiene los colores de San Lorenzo.

Para nosotros, cada actividad que surge de San Lorenzo es importante conocerla para seguir participando. A todo el grupo de las pibas le gusta y uno siempre aprovecha y mejora con todo este tipo de relación. Es un motor importante en el barrio. El club permite acercar el Plan Detectar, genera espacios de atención y de más.

Y no es indistinto, es importante que este. Es importante la posibilidad de que haya un ida y vuelta y que se interactúe más con los clubes de barrio que están en el Bajo Flores. También es muy importante que todo tipo de actividad que realice San Lorenzo se conozca a través de los clubes de barrio para que, de alguna manera, se acerquen a más vecinos y vecinas. Yo siento que debería hacerse más.

De hecho, el 8 de febrero Maca Sánchez vino al Villa Miraflores a entregar los premios de un torneo en el que participaron las chicas. Fue maravilloso, nadie podía hablar. Todas se quedaron mirándola, no le sacaban la mirada de encima. El recuerdo de sus caras fue maravilloso.

San Lorenzo es grande por su gente, por la iniciativa y participación. Después de los 90 minutos, San Lorenzo es barrio, solidaridad y empatía. De cara a la cancha nueva, las esperanzas se renuevan, pero las viejas estructuras se quedan.

AUTOR: Florencia Restucci

Colaboradora en DBV. Socia de San Lorenzo nro. 41.760. Directora de El Numeral. Licenciada en Comunicación.

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