DEL ALAMBRADO PARA ACÁ

TRIBUNA

No se trata de romantizar el pasado, aunque sobren las razones para hacerlo, sino de romper el aislamiento del presente, recordando una época Gloriosa para marcarle la cancha -desde la tribuna- a las nuevas generaciones de cuervos y cuervas, el futuro de nuestra pasión…

Pasaron casi tres décadas, pero aun así guardo el recuerdo vivo de aquella fría tarde del sábado 13 de julio de 1991 en la que San Lorenzo comenzaba a desandar su camino de ingreso al torneo continental más importante y anhelado. Eran tiempos de Liguilla Pre-Libertadores y el destino nos puso frente a Independiente, en Avellaneda, luego de realizar una digna campaña en el torneo Clausura de aquel año.

Es imposible no pensar, cuando evoco aquel partido, en los “revisionistas del fútbol” que hoy le otorgan valor de estrella a, por ejemplo, una copa definida por córners a favor que realmente no le importaba ni siquiera a sus participantes y de la que nadie guarda un solo recuerdo.

Pero estábamos en 1991, no nos desviemos de esa época, con un San Lorenzo que arrastraba una racha de 17 años sin ser campeón y no tenía cancha propia. En el balance deportivo, eran mucho más las malas que las buenas, había terminado la etapa de “Los Camboyanos” y la hinchada -siempre fiel-  aguantaba al equipo exigiéndole únicamente que pusiera huevos.  Por entonces, quien escribe estas líneas tenía 16 años.

En Avellaneda arrancaba una nueva ilusión y había que ir, porque sí, porque había que estar. Seguramente a los pibes jóvenes les costará mucho entender lo que era ir de visitante a ese tipo de canchas. Qué difícil explicarles que la calle Italia (actual ingreso visitante) no existía, con lo cual teníamos que entrar caminando por las vías del ferrocarril para luego atravesar una puertita como de una casa, y finalmente acceder a la calle Cordero, donde se sacaba le entrada mezclándonos con los locales que iban a la platea. ¿Inimaginable en los tiempos que corren, no?

Por supuesto que si ibas en bondi y te bajabas en Avenida Mitre, tenías que caminar esas cuadras hasta la cancha esquivando piedras, emboscadas en cada esquina y un operativo siempre hostil con los visitantes.

Aquella tarde fui con un amigo y su papá en un viejo Renault 4 L. Llegamos temprano a la tribuna, nos ubicamos junto a los amigos con los que había empezado a seguir a San Lorenzo por todas partes, e inmediatamente le presté atención a una nueva canción que estaba apareciendo, al ritmo de “La Pollera Amarilla”, el éxito musical del momento. Al toque nos llegó una fotocopia con la letra del incipiente hit y arrancamos.

“Señores, yo soy de Boedo y lo sigo a todos lados… Lo sigo de la cabeza, siempre voy descontrolado… Vamo´ a ganar la liguilla, vamo´ a volver a la copa… Vamos a salir campeones y la banda va estar loca… Se lo dedicamo´ al globo, mamá y a los putos de la boca”.

A los cinco minutos de comenzado el partido llegó la banda con todos los trapos y le puso aún más fiesta a los más de 15.000 cuervos que ya estábamos enfiestados. Ahí nomás surgió otra canción que seguramente las nuevas generaciones conocen, basada en otro éxito cumbiero del momento: “Movidito”.

“Avellaneda tiene dos bandas, tiene dos bandas de vigilantes… que nunca aguantan, no van al frente… Son las de R*cing e Independiente”.

El partido terminó 1 a 1 y  el gol lo hizo Ferreyra. En la revancha, en Vélez, ganaríamos 2 a 1 y pasaríamos de ronda. Pero esos detalles se los dejo a otra gente. Mi historia y mis historias son del alambrado “para acá”. Y esta que acabo de contarles, me comprometo, fue sólo la primera de muchas. Hasta la próxima.

AUTOR: Hernan De Luca

Colaborador en DBV. Socio de San Lorenzo nro. 19.105. Chef profesional.

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