El listado de 10 mitos revisionistas no podía terminar de otra forma. “La historia es una sola y se cuenta completa” es el mantra que repiten, y se repiten a sí mismos, los obsesionados por reescribir el palmarés del fútbol nacional. ¿Pero qué implica, realmente, “contar la historia completa”?
Para justificar la unificación estadística de los dos períodos históricos del fútbol argentino e incorporar al palmarés las copas subalternas extintas, los revisionistas denuncian hasta el hartazgo la necesidad de «contar la historia completa”. Como si separar la era amateur de la profesional y remarcar la obviedad de que no todas las competiciones tienen la misma entidad, significara omitir una parte de la historia (cuando es justamente lo contrario).
La frase es, desde el vamos, una gran contradicción: la historia no es una sola ni puede concebirse como un bloque monolítico que admita una lectura unívoca. Hay múltiples historias, tantas como historiadores, y la “historia oficial” es la versión instaurada como dominante en un determinado contexto. En nuestro fútbol, por caso, es desde 1931 la que le otorga un espacio menor y subsidiario a las competencias que se disputaron en los años fundacionales, la que establece una distinción valorativa entre dichos certámenes y los profesionales, y la que le concede un estatus diferente a ciertos títulos por sobre otros. La historia que conocemos todos y la que, en definitiva, los revisionistas quieren reescribir.
Es llamativo que, por conveniencia estratégica, quienes sostienen el argumento de que hay una historia que debe “contarse completa” suelan omitir la bizarra liga de 1891 (ganada en simultáneo por Old Caledonians y Saint Andrews) y “contar” a partir de 1893, o “esconder” los “lauros” de Lomas Athletic y Alumni para poder calificar a Racing como “el primer grande”. También recurren a similares elipsis para que sus infografías no se vean tan disparatadas en los medios de comunicación: comprendieron que resulta poco serio destacar a Lomas como el primer campeón invicto del fútbol argentino o situar a Alumni entre San Lorenzo y Vélez en su conteo de títulos.
Por eso mismo nunca contextualizan las copas nacionales irregulares a las que otorgan una significancia que jamás tuvieron, bajo el irrisorio pretexto de que “figuran en Memoria y Balance de AFA” (tanto como figuran las liguillas pre-Libertadores, por cierto). No admiten que fueron jugadas casi siempre con carácter amistoso, en muchos casos para cubrir algún receso. No reconocen que eran portadoras de reglas insólitas y que a veces se las declaraba “desiertas”. No hablan de los semifinalistas que pasaban a ser considerados “campeones” o de los “campeones” que no siempre llegaban a disputar la final porque su rival de turno se cambiaba de Asociación.
Por otro lado, si rejerarquizar el período amateur significara, como piden los revisionistas, “contar toda la historia”, ¿qué les impide hacerlo también con las ligas provinciales y regionales? Está claro que el fútbol organizado en la Argentina tuvo origen británico y desarrollo unitario, que recién con el profesionalismo los clubes del interior pudieron afiliarse gradualmente a la AFA (Rosario Central y Newells, en 1939 y 1940, fueron los primeros), y que a partir de los años ’60 comenzaron a jugarse torneos más inclusivos y federales. Pero eso no necesariamente implica desconocer los certámenes que se disputaron antes fuera del área metropolitana de Buenos Aires (la Liga Rosarina, por ejemplo, data de 1905). Si la idea es “contar la historia completa”, ¿por qué no contabilizar, entonces, las 65 “ligas” ganadas por San Martín de Tucumán, las 62 de Talleres de Córdoba o las 54 de Sarmiento de Catamarca?
La excusa revisionista, claro, es que dichas competiciones no eran organizadas por la AFA (como tampoco lo fueron algunas que sí toman en consideración). Pero la verdadera razón que los motiva a soslayarlas no responde a ningún criterio de “verdad” o “justicia histórica”. Ellos no quieren, realmente, “contar la historia completa”. No los mueve un interés de objetividad estadística, sino tratar de sacar ventaja, migajeando en el pasado la gloria que no siempre encuentran en el presente.
“La oficialidad es objetiva, la valoración es subjetiva”, se atajan cada tanto, vulnerando todo sentido común y suspendiendo todo pacto de realidad para igualar una Copa de Competencia Británica George VI a una Copa Argentina, un campeonato de la Asociación Amateurs de Football a uno de nuestros días y una Copa de Honor Cousenier a una Libertadores de América.
Abren, así, una realidad alternativa, un universo para-lelos en el que Boca está ahí nomás de River en el palmarés de ligas y a sólo un partido de San Lorenzo en el historial; en el que Racing es el tercer club más exitoso del fútbol local; y en el que casi todo lo que creíamos cierto termina siendo mentira (Erico no es el máximo goleador histórico, los Matadores no fueron el primer campeón invicto, el Ciclón de 2001 no tiene el récord de victorias consecutivas, etc.).
Y entonces nos podemos reír del gran chiste (“contate otro”), reprimiendo la mueca de “a mí no me la vas a contar”. Podemos admirar la creatividad revisionista al hacer de su mundo de fantasías un mundo verosímil para aquella parte de la sociedad futbolera que vive ávida de fake news y “posverdades”. Podemos, incluso, dejar correr su teoría conspirativa de que los títulos amateur dejaron de contarse en los 70 o de que no hay razones válidas para desmerecer la Copa Estímulo. Podemos seguirles el juego y decirles que sí, que Dock Sud y Sportivo Barracas salieron campeones, que Gimnasia no es “virgo”, que Huracán tiene cinco títulos y que Racing ganó siete ligas seguidas.
Pero lo que nunca podremos será aceptar que la suya es “la historia completa”, el mito más insostenible de los 10 que fuimos desmenuzando en este espacio. Porque la “historia completa”, si fuera posible, obligatoriamente incluiría el análisis pormenorizado de los hechos, la contextualización rigurosa, el uso de las facultades racionales, el sentido común. Es decir, todo lo que ellos niegan.
¿De verdad quieren que contemos todo? No podría estar más de acuerdo. Pero hagamos que contar todo sea, verdaderamente, contar todo. Permitamos que esta coincidencia cierre nuestra grieta estadística. No se me ocurre mejor manera de exponer su farsa. De hacer ver los hilos y las hilachas de su discurso. De evaluar caso por caso, estrella por estrella, para ver cuánto se sostiene su matriz discursiva, cuán real es el universo que pretenden recrear. De revisar a fondo su revisionismo. Y, entonces sí, de ponerle…
Fin.
AUTOR: Carlos Balboa
Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.