CONTATE OTRO 2.0 (PARTE 7)

HISTORIA

Los revisionistas juegan esta carta como si fuera el ancho de espadas: “para la instauración de los cinco grandes, se tomaron en cuenta los títulos amateur”. Aluden, así, al modo en que se repartieron los votos del Consejo Directivo de AFA en 1937. ¿Pero qué fue lo que verdaderamente sucedió?

Decididos a traducir su mayor poder de convocatoria en mayor poder de decisión en AFA, los equipos grandes recurrieron al amateurismo para establecerse como tales. Lo hicieron en los albores del profesionalismo, más precisamente en 1937, a través de una movida con fines políticos y económicos a la que hoy los revisionistas intentan darle connotaciones deportivas para apuntalar su “verdad histórica”.

La convención de “los cinco grandes” del fútbol argentino no existió durante la era amateur. A juzgar por lo acontecido durante el período de proto-organización, el rótulo de “grande” tal vez le habría correspondido -en orden cronológico- a Lomas Athletic (ganador de cinco “ligas”, cuatro de ellas de manera invicta: 1893, 1894, 1895, 1897 y 1898), Alumni (que alzó 10 trofeos, cinco de ellos sin perder ningún partido: 1900 -como English High School- 1901, 1902, 1903, 1905, 1906, 1907, 1909, 1910 y 1911) y Racing (que dio nueve “vueltas olímpicas”, siete consecutivamente y cinco sin conocer la derrota: 1913, 1914, 1915, 1916, 1917, 1918, 1919, 1921 y 1925).

Posteriormente, el mote también se habría ajustado a los lauros de Boca (que sumó seis “títulos”, tres de ellos como invicto: 1919, 1920, 1923, 1924, 1926 y 1930) y acaso Huracán (que se bordó cuatro estrellas: 1921, 1922, 1925 y 1928).

Pero “los cinco grandes” son, en realidad, una invención del profesionalismo. Surgieron a partir de menciones de la prensa que daban cuenta de su arrastre popular y quedaron definitivamente consagrados como tales en la reunión del Consejo Directivo de la AFA del 5 de agosto de 1937.

 

A fin de graficar la supremacía en la envergadura que Boca, Independiente, Racing, River y San Lorenzo (por orden alfabético) pretendían trasladar al manejo de AFA, bien pueden citarse las palabras del historiador Eduardo Archetti. “En 1936, los cinco equipos grandes de Argentina tienen 105.000 socios y un capital de 3.555.709 pesos, mientras que los otros 10 equipos del campeonato profesional, sólo 55.895 socios y un capital de $ 1.351.845”, escribió en “El Gráfico”.

Antes de que culminara 1936, los cinco equipos más convocantes -y, por ende, más poderosos- habían querido instaurar el voto proporcional en función de variables patrimoniales, tentativa que fue desarticulada por la Inspección de Personería Jurídica. Para conseguir lo que querían les fue preciso refinar su propuesta, volverla más asimilable, arroparla de “objetividad histórica”. Eso hicieron en el encuentro de agosto del 37, cuando instauraron la representación proporcional en el Consejo Directivo a partir de una serie de condiciones específicas, menos elitistas que una mera apelación al patrimonio, pero igualmente diseñadas a su medida.

Según lo consensuado, tal como puede verse en Memoria y Balance de AFA, les corresponderían tres votos a los clubes que acreditaran los siguientes tres ítems: 1) superar los 15.000 socios, 2) registrar al menos 20 años de participación consecutiva en la Primera División y 3) sumar como mínimo dos títulos en dicha categoría. No casualmente las cinco escuadras que cumplimentaban esos requisitos eran aquellas que los habían delineado: Boca, Independiente, Racing, River y San Lorenzo. Entre las cinco acaparaban 15 votos, lo que prácticamente les garantizaba manejar el timón de AFA.

Por una razón práctica y funcional a los intereses de este bloque, tanto el segundo como el tercer ítem contemplaban los certámenes disputados en el amateurismo. Esto resultaba absolutamente lógico, dado que apenas se habían completado siete torneos de liga profesionales, de los cuales Boca se había coronado en tres (1931, 1934 y 1935), River había ganado dos (1932 y Copa Campeonato 1936) y San Lorenzo se había adjudicado los otros dos (1933 y Copa de Honor 1936). Desde la argumentación estadística, sin contabilizar el amateurismo habría sido imposible incluir en el selecto grupo de “grandes” a dos clubes de innegable popularidad, como Independiente y Racing, que todavía no habían sido campeones en el profesionalismo.

Estos criterios, insistimos, respondían al más estricto de los pragmatismos. No eran aleatorios ni “imparciales”, no buscaban “contar la historia completa” y, de hecho, prescindían abiertamente de la necesidad de bucear en los inicios de 1891 y 1893. A los grandes les bastaba con retrotraerse a 1917-1918 para cumplir con el piso de 20 temporadas en la máxima categoría (recordemos que San Lorenzo debutó en Primera en 1915) y con recurrir al mínimo de dos títulos ganados para no dejar afuera a Independiente (que tenía exactamente esa cantidad de lauros en el período amateur).

Esta “equiparación de eras” de la que hoy se jactan los revisionistas, a sólo seis años de que el deporte dejara de ser practicado por aficionados para que lo ejerzan profesionales con todas las letras, asalariados con derechos y obligaciones, fue tan sólo el artilugio legal ideado por “los cinco grandes” para asegurarse la conducción del fútbol argentino.

En aquella jornada de agosto de 1937 también se determinó que les corresponderían dos votos a los clubes dotados de una masa societaria de entre 10.000 y 15.000 afiliados o, que sin poder llegar a esa cifra, cumplieran con dos condiciones: 1) contar con una antigüedad mínima de 20 años consecutivos en Primera División y 2) ostentar al menos un título ganado en dicha categoría. Siguiendo idéntica lógica que en la adjudicación de los tres votos, también aquí se tuvo en cuenta al amateurismo para contentar a escuadras “de mediana envergadura”, como Huracán, Estudiantes y Gimnasia (aunque en este último caso hubo marcha atrás). Un voto, finalmente, le fue asignado a las instituciones que no cumplían con los requisitos antes citados: 10 entidades de Primera (Argentinos, Atlanta, Chacarita, Ferro, Lanús, Platense, Quilmes, Talleres de Escalada, Tigre y Vélez) y un representante de Segunda División (Estudiantil Porteño, club que se desafiliaría dos años más tarde).

Nótese que a partir de este sistema de sufragios proporcionales fundamentado en parámetros de pretendida imparcialidad, los grandes sumaban 15 votos, mientras que el resto se repartía 16. Les bastaba convencer a una sola escuadra para ganar cualquier votación.

En definitiva, no se promovió en este episodio histórico una revalidación estadística del amateurismo; no se buscó enaltecer los logros obtenidos en dicha era, ni mucho menos equipararlos a los del profesionalismo. Lo que hubo fue una utilización acomodaticia de variables funcionales al interés político de ciertas instituciones en el marco de una puja de poder.

Con el paso del tiempo algunos clubes ajenos al quinteto de grandes consiguieron un mayor grado de representación. Huracán alcanzó los tres votos en 1941, mientras que Gimnasia y Chacarita sumaron dos votos en 1949. Boca, Independiente, Racing, River y San Lorenzo, de todas maneras, mantuvieron su preeminencia hasta 1955, cuando una Asamblea Extraordinaria dejó sin efecto su mayoría virtualmente automática, al abolir los votos triples y dobles. En adelante, cada club representado en AFA dispondría de un único voto, lo que -de todos modos- no impidió que “los cinco grandes” siguieran hegemonizando la obtención de la liga hasta 1967.

Desde entonces, el entramado político se volvió más complejo y los mecanismos de presión forzosamente pasaron a ser otros. Ya no hizo falta profanar la tumba del amateurismo para obtener algún rédito. Se dejaría descansar en paz a esta época, relegándola a un plano lúdico y pintoresco hasta la llegada del revisionismo.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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