CONTATE OTRO 2.0 (PARTE 2)

HISTORIA

Es relativamente acotado el número de argumentos que esgrimen quienes pretenden cambiar el palmarés y las estadísticas del fútbol argentino mediante la unificación de eras y competiciones disímiles. Una de las sentencias más repetidas, en ese sentido, es que el amateurismo fue homologado en todas las ligas del fútbol mundial. O al menos en las más importantes. ¿Pero qué tan verídico es esto?

 

Seguro se lo habrán leído o escuchado más de una vez a algún hincha de Racing o Huracán, los más interesados en tergiversar la historia. “En ningún otro fútbol hacen distinciones”, “solamente acá dejan de lado el amateurismo”, “las principales asociaciones suman todos los títulos”, etc. Una de las ideas que los revisionistas más se preocuparon por instalar desde el inicio de su cruzada es que la diferenciación entre torneos amateur y profesionales es una excepcionalidad argentina. Es decir, que en el resto del mundo rige la unificación de títulos.

Nótese, por cierto, la marcada carga de cipayismo que reviste esta zoncera, al considerar necesaria la ratificación o rectificación puertas afuera de las posturas adoptadas puertas adentro. Como si hubiera una fórmula única, patentada en el exterior (preferentemente en Europa), para resolver el dilema interno.

Este mito se basa en que, efectivamente, el amateurismo se encuentra equiparado en el palmarés de algunas asociaciones nacionales de fútbol, como es el caso de la italiana. Pero, a decir verdad esa valoración no tiene alcance global. La consideración del fútbol amateur y las competiciones extintas, de hecho, varía de país a país.

Si hubiera que establecer cuál es el criterio mayoritario, el de igualar o diferenciar, habría que decir que -a grandes rasgos- el amateurismo fue equiparado para las copas nacionales regulares que continúan hasta hoy, donde la transición hacia el profesionalismo se vivió como una continuidad natural. En cambio, quedó relegado a un plano subalterno y anecdótico en los campeonatos de liga donde dicho período se desarrolló plagado de anomalías organizativas, estructurales y competitivas.

No es casual, si nos miramos el ombligo, que en la escisión de asociaciones del fútbol argentino de 1919, 12 años antes del inicio de la Era Profesional en nuestro país, una de las dos entidades existentes introdujera en sus memorias la necesidad de “concluir un estado de cosas intolerable” y abolir “un régimen de evidente amoralidad deportiva”, signado entre otras variables por “el desgobierno” y “la falsificación de campeonatos”.

Las anomalías que fueron regla en el amateurismo del fútbol argentino, sin embargo, no necesariamente estuvieron presentes en otras latitudes. Limitémonos, por una cuestión de espacio, a las cinco ligas más importantes del Viejo Continente, las que muchos revisionistas citan erróneamente como ejemplos perfectos de la aplicación de su lógica.

En 1863 Inglaterra concibió la asociación de fútbol más antigua del planeta: The Football Association (FA). Desde un principio la entidad cargó con el peso de poner orden en el caos, ya que antes de su existencia ni siquiera estaban establecidas las reglas de este deporte. En 1871 la FA dio origen a la FA Cup, el torneo más antiguo del mundo. Solamente las 14 primeras ediciones (de las 138 disputadas hasta ahora) tuvieron carácter amateur, pero la regularidad y sostenibilidad en el tiempo del certamen tornaron innecesaria cualquier distinción. A la FA le tomó 22 años aceptar la profesionalización del fútbol (en 1885, aunque con ciertas restricciones iniciales) y 25 años organizar la primera liga de la historia (la Football League, en 1888). Para tener una idea cabal de las diferencias organizativas entre esa primera edición y la primera liga argentina, celebrada apenas tres años después, hay que considerar que la Football League fue disputada por un total de 12 equipos profesionales (varios de los cuales compiten actualmente en la Premier League), frente a los cinco clubes amateur hoy extintos que jugaron el primer torneo de nuestro país (el cual se le dio por ganado a dos de ellos a la vez). A diferencia de lo acontecido aquí, la Football League fue tan estable y regular -sólo se suspendió por la Primera y la Segunda Guerra Mundial- que se siguió jugando hasta 1992, cuando arrancó su sucesora, la Premier League.

En Inglaterra, en definitiva, el amateurismo nunca fue tema de debate. Su primer campeonato de liga tuvo carácter profesional. Y las ediciones amateur de la FA Cup (insistimos, sólo 14 de un total de 138) no entraron en discusión. A lo sumo podría añadirse que los medios de prensa y el consenso futbolero marcaron el nacimiento de la Premier como un hito distintivo. A tal punto que al Liverpool FC, flamante ganador de esta liga, se le venía objetando insistentemente su carencia, pese a que contaba con otras 18 (ganadas entre la temporada de 1900-1901 y la de 1989-1990).

Los inicios del fútbol español estuvieron marcados por la dispersión regional. Diez años antes de que se creara una entidad organizadora de alcance nacional comenzó a disputarse la Copa del Rey, certamen que sobrevivió hasta nuestros días y cuyo palmarés es contabilizado sin distinción de eras. El primer intento de celebrar una liga nacional propiamente dicha fue en 1909, con la creación de la Federación Española de Clubs de Football, de la que rápidamente se desprendió la disidente Unión Española de Clubs de Foot-ball. La unificación recién se dio en 1913, con el surgimiento de la Real Federación Española de Fútbol. No obstante, hubo que esperar hasta la llegada del profesionalismo, en 1926, para que España estuviera en condiciones de organizar su Campeonato Nacional de Liga de Primera División (antecesor directo de la vigente Primera División de España, también conocida como La Liga), el cual terminó jugándose en 1929. Vale acotar que, dada su precariedad, ninguno de los campeonatos de liga previos al de 1928-1929 es tomado en cuenta seriamente por los clubes españoles.

A modo de ejemplo, el Real Madrid acaba de celebrar su 34º título de liga, desde su primera coronación en 1932, mientras que Barcelona se contabiliza 26 estrellas de esta clase, desde su éxito inicial de 1929. Ambos equipos disputaron las 89 ediciones del torneo. Aunque sus orígenes datan de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, a ninguno de los dos se le pasa por la cabeza unificar sus ligas profesionales con las obtenidas en períodos de proto-organización.

El caso alemán es todavía más complejo, por lo que este breve resumen no le hará justicia. Fundada en 1900, la Federación Alemana de Fútbol (DFB) tuvo la misión esencial de unificar los múltiples torneos de ciudades y ligas regionales que se venían jugando en suelo germano desde fines del siglo XIX. El deporte se mantuvo amateur entre 1903, cuando se celebró un primer campeonato de alcance nacional, y 1932, cuando se legalizó el profesionalismo. Las reestructuraciones fueron una constante bajo el Tercer Reich. Entre 1945 y 1948 llegaron a jugarse certámenes paralelos en las regiones tomadas por la Unión Soviética, Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Entre 1949 y 1991, en tanto, se disputó la liga de Alemania Oriental. Hubo que esperar hasta 1963 para que Alemania Occidental lanzara la Bundesliga, competencia que sigue vigente hasta la actualidad (incluyendo, desde 1991, a los clubes del Este). Dado el alto grado de discontinuidad e irregularidad en lo consignado, a nadie se le ocurre equiparar los lauros contemporáneos con los disputados previamente. Las estadísticas que ofrece la web oficial de la DFB sólo toman en cuenta lo sucedido desde 1963.

Es más, la actual organizadora de las primeras dos divisiones de la Bundesliga, la DFL, tomó una decisión categórica en la materia: instauró un sistema de escalas para que los clubes puedan incorporar a sus escudos una, dos, tres o cuatro estrellas, en caso de sumar tres, cinco, 10 y 20 ligas, respectivamente. Este sistema, obviamente, excluyó sin atenuantes todos los títulos previos a 1963 y los de la liga de Alemania Oriental. El ejemplo más contundente de esta diferenciación lo ofrecen FC Schalke 04 y Borussia Dortmund (que, por cierto, son clásicos rivales). El Schalke ganó siete ligas pre-1963 y ninguna luego de ese año, por lo que su escudo permanece virgen de estrellas. El Dortmund, en cambio, obtuvo tres ligas antes de 1963 y cinco después, pero sólo puede bordarse dos estrellas por esas cinco Bundesligas.

La Federazione Italiana Giuoco Calcio (FIGC) fue establecida en 1898. Ese año lanzó el primer Campionato Nazionale di Football, que a pesar de su nombre sólo contemplaba la participación de cuatro equipos de Turín. A partir de 1900 fueron incorporándose más regiones a la competición, que atravesó diversas reestructuraciones, incluyendo el lanzamiento de un campeonato paralelo en 1908, cuando se prohibió la participación de jugadores extranjeros (modalidad que se replicó entre 1964 y 1980). No fue hasta la temporada 1929-1930, una vez decretada la profesionalización del fútbol, que Italia dispuso de una liga nacional con un formato relativamente estable: la Serie A. En líneas generales, en el Calcio no suelen marcarse distinciones y se equiparan todos los títulos desde 1898 hasta el presente. No obstante, algunos medios de prensa trazan la separación, aparte de que las 88 ediciones de la Serie A tienen su propia tabla histórica de puntos (algo con lo que muchos revisionistas argentinos no estarían de acuerdo, por lo que su posición unificadora es aún más radicalizada).

Aunque nunca pudo ganar un Scudetto profesional, Genoa CFC se vale de competiciones amateur jugadas entre pocos equipos de su misma región para contabilizar nueve ligas. El dato color es que si consiguiera un título más se haría acreedor a una stella, reconocimiento que la FIGC otorga cada 10 campeonatos de liga ganados. En otras palabras, en Italia suman “peras con manzanas”, pero al menos es la entidad organizadora la que define si un club puede o no bordarse una estrella en su escudo.

Para completar el repaso, citaremos lo acontecido en Francia, donde las eras amateur y profesional se encuentran bien diferenciadas. El primer campeonato de fútbol se remonta a 1894 y estuvo limitado a la participación de cinco equipos de París. Desde entonces primó la regionalización. De hecho, llegaron a crearse 18 ligas regionales en todo el territorio francés, a tal punto que la Copa Francia pasó a ser la principal competición de referencia nacional desde su lanzamiento en 1917. Esto cambió en 1932, cuando se decretó la profesionalización del deporte. Ese mismo año comenzó a disputarse la Division Nationale, rebautizada Division 1 en la temporada 1972-1973. Desde 2002 hasta hoy, la competencia se denomina Ligue 1. No hace falta más que echar un vistazo a la web de la Ligue 1 para comprobar que los títulos son contabilizados desde la temporada 1932-1933.

En definitiva, los ingleses legalizaron el profesionalismo desde 1885, por lo que su torneo de liga jamás fue amateur. Y aunque no marcan una diferenciación de eras en la FA Cup, son propensos a establecer una pequeña distinción entre los títulos de la Football League y la Premier.

Los españoles no reconocen ningún quiebre en la Copa del Rey, pero sí lo hacen con la profesionalización de 1926 y la celebración de su primera liga nacional tres años más tarde. Es por ello que sólo cuentan campeonatos de ligas profesionales.

Atravesados por todo tipo de conflictos, los alemanes establecen un riguroso “antes y después” dado por el año 1963, cuando se instauró la Bundesliga (que recién incorporó a los clubes del Este en 1991). El resto de lauros permanece separado, completamente relegado a un segundo plano y a nadie se le ocurre equipararlo.

Los italianos, en contraposición, homologan todos los títulos sin que haya un gran debate sobre la diferenciación de eras. Admiten, sin embargo, que la Serie A posea sus propias estadísticas.

Para los franceses, por su parte, la fecha clave es 1932, cuando el profesionalismo permitió la disputa de la primera liga unificada de alcance nacional. Toda competencia previa es relegada a una mención absolutamente subalterna.

Lo que demuestran estos cinco casos es que la “desvalorización” del amateurismo en la Argentina no es una peculiaridad local, ya que hay distintas formas de considerar eras y valorar competiciones. No existe una interpretación que prime sobre las demás, ni hay un criterio establecido por la FIFA que las distintas asociaciones deban acatar a la hora de gestionar sus estadísticas. Mucho menos se percibe la existencia de grupúsculos de “iluminados” que de un momento a otro quieran reinterpretar la historia para cambiar la reputación y valoración de los clubes en la consideración general establecida desde el arranque del Profesionalismo. Está claro, en suma, que ni los historiales se reescriben sobre la marcha, ni el amateurismo “cuenta” en todas partes por igual.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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