BONUS TRACK DE «CONTATE OTRO»

HISTORIA

El periodista Alejandro Fabbri acaba de publicar en Perfil una columna de opinión en la que revisa el valor de los torneos jugados durante el amateurismo del fútbol argentino. Su actual postura, distinta a la que sostenía hace algunos años, es que esos títulos deben ser equiparados y homologados a los del profesionalismo. Más allá de que la cuestión nos interesa por sí misma, no podemos dejar de sentirnos interpelados por una alusión que acaso sea azarosa y casual, pero que también puede ser deliberada. En caso de que la segunda opción sea correcta, valgan estas líneas como respuesta. Y en caso de que no, no nos importa, que valgan igual.

A mediados de 2016 desde Deboedovengo publicamos una serie de 13 textos bajo el nombre de “Contate otro”. En ellos repasamos las particulares condiciones en las que se disputaron los campeonatos del amateurismo en la Argentina y enumeramos las principales razones por las cuales, a nuestro entender, esos lauros no deberían contabilizarse más que de un modo anecdótico. En la cuarta entrega hay un párrafo que vale la pena citar:

Avalados por un revisionismo sin contexto ni rigor, hinchas de Racing, Huracán y Boca disfrazan con pasión por la estadística sus intereses particulares para reescribir toda la historia del fútbol argentino. Piensen en el Ministerio de la Verdad de “1984”, pero manejado por una decena de Ignatius Reilly de “La Conjura de los Necios”, haciendo lobby a través de distintos medios de comunicación para tratar de imponernos -entre otras cosas- que Alumni tiene prácticamente el mismo palmarés que San Lorenzo.

Teniendo en cuenta la referencia al libro de John Kennedy Toole, nos resultó curioso que el título de la columna de Fabbri fuera: “El amateurismo y la conjura de los necios”. La coincidencia nos sirve, en todo caso, para recoger el guante de lo que se dice en esa nota y prolongar el debate.

Fabbri arranca destacando el 126º aniversario de la AFA como entidad que evolucionó desde la Argentina Association Football League de 1893 y menciona la hegemonía de Alumni entre 1900 y 1911. Nada que no hayamos evocado en “Contate otro”. Luego se refiere a las primeras competiciones internacionales de la Selección Argentina, al paulatino afincamiento de algunos clubes en distintos puntos geográficos -algo de lo que hablamos en la serie “¿De qué barrio sos?”- y a la participación de la Argentina en el Mundial de 1930 (sin aclarar que no era un torneo amateur, ya que no prohibía la participación de jugadores remunerados).

Al llegar a la huelga y el quiebre de 1931, Fabbri limita la profesionalización del fútbol local a un mero asunto remunerativo. “Lo único que se hizo fue legalizar los pagos que antes se hacían en negro y permitir las transferencias interclubes”, indica. En rigor de la verdad, con el profesionalismo llegaron los derechos laborales para los futbolistas, la formalización de las reglas del mercado de pases, un enorme salto de calidad en materia organizativa y normativa, un antes y un después en términos de registro histórico, nuevos estándares de competitividad y el punto de partida para una paulatina federalización del deporte más popular del país. Lejos de la perfección, el profesionalismo significó dejar atrás un período de proto-organización de nuestro fútbol.

Luego Fabbri escribe sobre cuestiones también abordadas en “Contate otro”, como las dos ligas coexistentes entre 1931 y 1934 (es significativo que acepte que la pésima performance de la Selección Argentina en el Mundial de 1934 obedeció a la no participación de los futbolistas profesionales, reconociendo tácitamente la obvia superioridad competitiva de la nueva era rentada) y la gira europea de Boca en 1925 (por la que los revisionistas le suman una estrella a dicho club).

Lo que sigue es una enumeración de argumentos supuestamente erróneos en favor de no unificar el amateurismo y el profesionalismo. Fabbri dice que decimos, los que creemos que no puede ni deben equipararse ambas eras, que “antes no había reglamentos”, “que había equipos que no se presentaban” y “que a veces no había árbitros”, aparte de referenciar la confusión sobre la Copa Escobar. Todo eso ya fue reseñado en “Contate otro”, incluyendo los múltiples ejemplos de equipos que no se presentaron a jugar y el encuentro entre San Lorenzo y Vélez del 25 de diciembre de 1921, el cual fue arbitrado por un futbolista velezano porque no llegó el juez designado.

En otro párrafo, Fabri expresa: “Aunque se ocupen de negarlo, ocultarlo o esconderlo, el enojo de varios negadores tiene que ver con que recién en la última década se pudo poner a punto toda la estadística completa del fútbol entre 1891 y 1934, gracias al esfuerzo enorme de muchos estadígrafos, historiadores y gente que atesora archivos y recuerdos con datos precisos”. Lo que omite, sin embargo, es la mayoritaria filiación de esos “esforzados estadígrafos e historiadores” a los clubes que más se benefician con el mamarracho homologador de estrellas.

En este apartado, de todos modos, hay que hacer un mea culpa, si es que cabe hacerse cargo de los propios que nos patean en contra: también existen historiadores hinchas de San Lorenzo que reversionan la historia y construyen su reputación siendo funcionales a los intereses de Boca, Racing y Huracán. Desconocemos por qué no les preocupa que su interpretación descontextualizada del pasado rebaje al CASLA a competir en títulos con Alumni y posibilite rifar la paternidad sobre Boca. Pero que los hay, los hay.

Para finalizar, Fabbri sentencia algo que compartimos en su totalidad: “Nada es más sencillo que contar la verdad, aunque a alguien no le guste”. Estamos convencidos de que cuanto más se sepa sobre el amateurismo y cuanto más se profundice acerca de las competiciones irregulares de todas las eras, menos posibilidades hay de caer en el disparate estadístico de igualar lo desigual. Y es por eso que repetimos, tal como cerramos “Contate otro”, una idea en la que creemos con firmeza: “No hay forma de reivindicar la homologación del Amateurismo si se lo repasa a consciencia”.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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