A la hora de revisionar el fútbol argentino, podría pensarse que ningún intento de manipulación luce más alevoso que el de pugnar por la homologación de las estadísticas de las ligas amateurs con las profesionales. Pero siempre se puede caer más bajo, y así lo prueban quienes también piden homologar las denominadas “copas nacionales”.
Quienes fogonean la unificación estadística de los dos períodos históricos del fútbol argentino suelen destacar la necesidad de contar “la historia completa”. Como si considerar que el Amateurismo fue una etapa marcadamente diferente del Profesionalismo y que no todas las competiciones tienen la misma entidad -que, por definición, no puede homologarse lo disímil- significara negar el pasado.
Algunos de estos revisionistas, los más osados, desesperados por reposicionar en la consideración general a los clubes por los que simpatizan, llegan incluso a postular “tablas de títulos” en las que cuantifican como equivalentes cada una de las competiciones inscriptas en las actas de AFA alguna vez disputadas (tratando de no incluir a las regionales, claro, porque les desvirtuaría la estratagema). Todo título en la misma bolsa, desde las Copas Dr. Ibarguren hasta las Copas Libertadores de América. Todo suma estrella. Contate otro. Dale que va.
Uno de los medios deportivos que con mayor énfasis promueve “la homologación de todo” es el portal Playfútbol (no casualmente -al menos hasta hace poco- dirigido por un racinguista), que actualiza un palmarés “alternativo” a medida que se suceden los distintos torneos nacionales e internacionales.
No conformes con el atentado a la inteligencia de homologar las 43 ligas disputadas durante el Amateurismo con las 129 del Profesionalismo, los activistas de este revisionismo sin contexto lograron que las mismas sean mencionadas en el sitio web de la AFA. Todavía no consiguieron el listado indiscriminado al que aspiran, pero su lobby no descansa. Van por eso y por la insensatez de reivindicar y homologar unas 95 copas nacionales (58 del Amateurismo y 37 del Profesionalismo).
Demandaría el mismo tiempo y espacio invertido hasta ahora en estas columnas enlistar las disparatadas vicisitudes de estas competencias. No hace falta más que “wikipediar” la Copa de Competencia Chevallier Boutell (que en la web de la AFA figura como Tie Cup Competition), la Copa de Honor de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires o la Copa Competencia Jockey Club para entender que a estos títulos no puede dársele otro valor más que el de pintoresco o anecdótico.
A diferencia de lo sucedido con la organización de los torneos de liga, estas copas no ganaron regularidad ni prestigio ni seriedad organizativa durante el Profesionalismo, acaso hasta los últimos años, con la reformulación y regularización de la Copa Argentina y la adición de la Supercopa Argentina (tendiendo un manto de piedad sobre la impresentable invención racinguista de la Copa Bicentenario 2016 que a la postre obtendría Lanús).
El ejemplo más bizarro de lo dicho lo representa la Adrián C. Escobar (también llamada Copa Escobar) que se disputó siete veces entre 1939 y 1949 (una de ellas sin concluir). En esta suerte de “torneo relámpago”, cuyos cruces se dirimían en un mismo estadio, los partidos tenían una duración de sólo 40 minutos (dos tiempos de 20) y en caso de igualdad pasaba de fase (o directamente se coronaba) el equipo con mayor cantidad de tiros de esquina a favor.
Otros casos interesantes pueden leerse en la nota de Juan Manuel Trenado para La Nación Deportiva: “Así fue como la AFA aceptó su nueva lista de títulos; el dudoso valor de cada torneo”.
Disputados de manera irregular, casi siempre con carácter amistoso, organizados por distintas entidades, en muchos casos para cubrir algún receso, portadores de reglas insólitas, a veces declarados “desiertos” (como la Copa de Competencia Británica George VI de 1948), con semifinalistas que pasaban a ser considerados “campeones” o con “campeones” que no siempre llegaban a disputar la final porque su rival se cambiaba de Asociación (como es el caso de la Copa Estímulo de 1920 que actualmente Huracán se suma a su palmarés)… en fin, estos certámenes sólo ridiculizan a quienes intentan darles una significancia de la que siempre carecieron.
Parece mentira tener que ponerlos en la mesa de discusión. Inclusive en su propio tiempo poseían una consideración absolutamente subalterna por parte de los clubes, los hinchas y la prensa. Y algunos revisionistas quieren hacernos creer que tienen la misma valía que cualquier campeonato de hoy.
AUTOR: Carlos Balboa
Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.