Sobre aspectos urbanísticos, Gerardo Gómez luego se adentra en los aspectos urbanísticos de la Vuelta a Boedo, afirmando que: “Desde el punto de vista urbanístico, el primer interrogante es sobre la conveniencia de quitar la restricción que el Código de Planeamiento impone para la instalación de nuevos estadios en la Ciudad.
Restricción que a primera vista resulta lógica por cuanto actualmente existen alrededor de 20 estadios habilitados pertenecientes a los campeonatos de las distintas categorías del fútbol profesional, con un potencial de aforo simultáneo de 420.000 espectadores que sin contar los alrededor de 300.000 que pueden contener las canchas del Gran Buenos Aires, bien podríamos figurar en el Libro Guinness».
En primer lugar, la Vuelta a Boedo implicaría que un estadio en Boedo reemplazaría al estadio Pedro Bidegain, que seguramente no se demolería pero sí se destinaría a otros usos, tal vez con alguna remodelación. No puede considerarse que la Vuelta a Boedo “suma” un estadio más, así como tampoco podría hacerse esa consideración si Boca construye un nuevo estadio a metros de la actual Bombonera.Más allá de esto afirmo que la restricción incluida en el CPU es innecesaria y que refleja además el tipo de planificación funcionalista, “desde arriba”, que guió su redacción.
Es absurdo pretender congelar la cantidad de estadios de fútbol en una ciudad porque el fútbol es una manifestación social que se desarrolla en el espacio urbano y como tal es dinámica: surgen nuevos clubes, otros pueden desaparecer y también los clubes existentes pueden tener nuevas necesidades en función de su crecimiento o de cambios en la organización del espectáculo del fútbol.
Por lo tanto establecer ese límite fatalmente genera que tarde o temprano haya que considerar excepciones.
Mejor sería eliminar la restricción del CPU. A un costo de decenas de millones de dólares por estadio y tomando en cuenta los precios del suelo y la disponibilidad de terrenos GGC puede quedarse tranquilo: no se multplicarán los estadios en la ciudad. Nadie construye un estadio de fútbol porque sí, por capricho. No hay “demasiados estadios” en la CABA: detrás de todo estadio hay un colectivo social que lo sostiene, al que el equipo que lo usa representa.
Y hablando de disparate urbanístico sería interesante conocer la opinión de GGC sobre el caso de Independiente y Racing: dos grandes estadios separados por una cuadra. Imagino que GGC, dirigente de Independiente, hubiera preferido que el estadio Libertadores de América se construyera en el predio del club en Villa Domínico.
O mejor aún, siguiendo las nociones funcionalistas, que el Rojo pasara a compartir el estadio de Racing y el terreno del Libertadores de América se destinara a una gran sede social.
El artículo luego plantea otra reserva sobre la Vuelta a Boedo con estadio: “También podríamos considerar que aprobar esta excepción para el caso San Lorenzo podría acarrear solicitudes o movidas similares por parte de otros clubes porteños que si bien no tienen el nivel de popularidad o convocatoria del Ciclón, también debieron mudarse a construir sus estadios fuera de sus barrios de origen y que apelen también a razones identitarias para volver a sus barriadas originales, como Platense a Saavedra, Estudiantes de Bs. As. a Villa Devoto; Almagro, Chacarita, Colegiales, Liniers, Lugano, San Telmo o Sportivo Barracas a sus barrios homónimos, etc. etc…”.
Muchos equipos han protagonizado movidas que, sin ser tan notables, pueden emparentarse a la Vuelta a Boedo.Por ejemplo, el regreso de Argentinos Juniors a la localía en La Paternal luego de más de 20 años. O el caso de Nacional de Montevideo que dejó de ser local en el estadio Centenario y luego de décadas volvió a su pequeño estadio del Parque Central (ahora ampliado). O el caso de Peñarol, que ahora construyó un nuevo estadio propio (es cierto, no en su barrio histórico).Platense está haciendo gestiones ante el GCBA para poder volver a utilizar el predio (aunque no para construir un estadio) de Manuela Pedraza y Crámer.
O el notorio caso de Estudiantes de la Plata (y Gimnasia de la misma ciudad), que seguirán jugando en sus estadios pese a la construcción del Estadio Unico de La Plata.
Este último caso muestra las cosas que genera la planificación funcionalista que no toma en cuenta que la ciudad no es “una máquina” sino que es (además) el lugar donde múltiples grupos sociales se reproducen. La planificación consideró que ambos equipos debían abandonar sus estadios y usar el Estadio Unico, la realidad le respondió a los planificadores en otro sentido: ambos equipos remodelan sus estadios para seguirlos usando. El caso San Lorenzo ha sido aleccionador para muchos clubes que tuvieron que evaluar mudar su localía.
Finalmente, le digo a GGC que si los clubes que cita quieren y pueden financiar sus regresos a sus barrios de origen entonces serán situaciones que merecerán ser contempladas caso por caso y eventualmente adaptar la normativa urbanística a tales fenómenos sociales. Por lo pronto, parecen situaciones improbables y su inclusión en la nota tiene el status de una chicana más que el de un argumento, sobre todo porque algunos de esos equipos nunca fueron locales en sus barrios de origen.
A continuación GGC toca el tema del impacto ambiental:
“Y también obviamente tenemos la cuestión del impacto ambiental que tendría la reimplantación de un estadio en un barrio donde el último partido se jugó en el Viejo Gasómetro allá por el año 1981, con lo cual ya existe toda una generación de vecinos que o bien se criaron o bien se mudaron a un barrio con características residenciales de baja densidad. Al respecto, el modelo de Estadio/Shopping que presentó recientemente el presidente de la institución junto a su vicepresidente e hincha más influyente (Marcelo Tinelli) con una impronta similar al del Real Madrid y otros clubes europeos les resulta poco convincente a los vecinos por cuanto a diferencia de esos lugares aquí por cada partido se deben organizar operativos policiales que afectan varias cuadras a la redonda y que tornan ilusorio esa supuesta convivencia en la misma manzana de gente alentando a su equipo en la cancha y familias paseando por el centro de compras contiguo”.
Sobre el tema del impacto ambiental de los estadios de fútbol en general (y de un estadio en Boedo, en particular) se escucha frecuentemente el discurso de ciertos actores de un paraurbanismo que no consideran necesario contrastar empíricamente sus afirmaciones. Ese discurso, que se propala con impunidad sin brindar prueba alguna de sus afirmaciones, provoca temor en los vecinos sobre la posible convivencia con un estadio de fútbol.
Para esos “urbanistas” los perjuicios provocados por los estadios de fútbol son simplemente evidentes. El Diccionario de la Real Academia Española nos dice que el significado de evidente es: Evidente: Cierto, claro, patente y sin la menor duda.
Voy a exponer algunos hechos que sí son evidentes:
-Un estadio de fútbol se utiliza como máximo, contabilizando posibles recitales (no más de 3 al año debido al daño al campo de juego), 29 días al año, 5 horas cada día. Esto significa 145 horas al año sobre un total de 8.760 horas anuales. Es decir que la actividad con potencial de generar molestias se desarrolla el 1,6% del tiempo total de un año. Todo análisis sobre el impacto ambiental de un estadio tiene que comenzar tomando en cuenta este hecho.
-En Buenos Aires, cientos de miles de personas de clase media (e incluso, media alta) viven alrededor de estadios de fútbol. Por citar unos pocos ejemplos sin pretensión de exhaustividad puede constatarse en el Barrio River, en los alrededores del club Vélez o de las canchas de Argentinos Juniors, All Boys y Ferrocarril Oeste (en este último caso las torres Dos Plaza, lujosas torres para un público ABC1, fueron construídas recientemente a 60 metros del estadio).
Estas no son teorías ni suposiciones, son hechos comprobables.Y los alrededores de los estadios citados no solamente son demandados para usos residenciales sino también comerciales.
Enfrentados a la realidad de la convivencia cotidiana entre los estadios y los usos residenciales los “urbanistas” anti-estadios encuentran una explicación para cada caso: “la cancha de River se construyó antes que el barrio”, “los otros equipos citados no tienen tanta convocatoria”, etc, etc. Son más excusas que explicaciones. Si, como pretenden afirmar los paraurbanistas” anti estadios, la convivencia con un estadio fuera imposible entonces el Barrio River nunca se hubiera desarrollado y menos aún los precios de las viviendas serían los que son. Nadie puede afirmar seriamente que alguien que vive en el Barrio River lo hace porque no puede pagarse una vivienda en otra zona de la ciudad. Y lo mismo para el resto de los ejemplos.
-Ya hay un vecino que se queda en Boedo a convivir con el estadio: Carrefour.
Parece que a Carrefour, que siendo una multinacional puede asesorarse con consultores urbanistas de primer nivel, no le parece ilusoria la convivencia con el espectáculo del fútbol. Obviamente habrá considerado que los espectáculos se desarrollarán como mucho el 1,6 % del tiempo y el movimiento humano de los días de partido no le habrá parecido tan preocupante. Por lo pronto, el hipermercado y el estadio compartirán el uso de las cocheras.Nuevamente, la decisión de Carrefour de quedarse es un hecho concreto que brinda pistas sobre la magnitud del impacto ambiental.
Estos hechos evidentes que los urbanistas anti estadios simplemente no toman en cuenta nos muestran la enorme exageración que hay en ciertos discursos que asimilan la instalación de un estadio de fútbol en un barrio residencial con la de un basurero o una planta nuclear.
-Las patas cortas de la mentira: River y el proyecto en el club Tiro Federal
Nos cansamos de leer notas en los diarios sobre “el infierno de vivir cerca de la cancha de River”. Vecinos desesperados, ingenieros hablando de rajaduras en las viviendas, algun balcon (1 balcón, entre miles en la zona) que se cayó y por el que se culpabilizaba a la actividad en el estadio (sin estudio ni prueba alguna, por supuesto), todos buscando restringir la actividad en el estadio sin presentar prueba alguna de los perjuicios sufridos.Y de repente encontramos en Diciembre otra nota: el predio del club Tiro Federal (frente al estadio de River) se iba a utilizar para desarrollar en él un Parque de la Innovación, que incluiría la construcción de torres en las parcelas sobre Libertador para financiar el resto del proyecto.
Me desesperé… pensé: “No puede ser, están engañando a los profesionales del GCBA que autorizaron el proyecto, las torres se van a derrumbar por las vibraciones terribles denunciadas en los diarios. Además el proyecto va a fracasar financieramente porque nadie puede querer comprar un departamento sobre Libertador frente a River, donde me dicen que es un infierno vivir”.
Nuevamente, los hechos concretos hablando por sí sólos y desmintiendo las exageraciones interesadas del paraurbanismo.
La razonable consideración del impacto ambiental de los grandes proyectos en muchos casos da pie a discursos anti urbanos que pretenden que los estadios de fútbol (claramente, equipamientos urbanos) se ubiquen “fuera de la ciudad”.
¿Qué sería “fuera de la ciudad” para esos discursos? Dejenme adivinar, ¿en el Bajo Flores?. ¿O directamente en otra ciudad?
El proyecto merece estudios de impacto ambiental serios y con seguridad se realizarán.Sin embargo algunos puntos pueden adelantarse:
-Se sabe que el fútbol trae bullicio en las calles los días de partido. Este efecto se puede sentir en las inmediaciones de los estadios, pero a más de 200 metros queda muy reducido, esto es así en todos los estadios de la ciudad. Y los gritos durante el partido pueden ser amortiguados considerablemente por el diseño del estadio.
Con respecto al tema del estacionamiento y la congestión vehicular, un estadio en Avenida La Plata 1700 invita a dejar el auto lejos del estadio (o a no ir en auto al estadio) y llegar a él caminando. Esta es la conducta racional, dado que caminar es la forma más rápida de salir de un estadio. De esta forma, el efecto sobre el estacionamiento y el tránsito se reducirá al dispersarse en un radio de de 10 cuadras a la redonda (o más). Y muchos sanlorencistas directamente prescindirán de usar el auto para llegar al estadio. Mi caso, por ejemplo.
Sobre el tema de la violencia hay que tener en cuenta que, en primer lugar, el público sanlorencista es un público tranquilo. En muchos casos, vecinos del barrio de Boedo, Parque Chacabuco y aledaños. Y en segundo lugar, aunque nos pese, la tendencia creciente es hacia un fútbol sin visitantes.Hoy en día, los visitantes son 500-1000 hinchas cuando se trata de equipos de provincias (casi la mitad de los equipos del torneo) y como mucho 3000 cuando se trata de equipos del área metropolitana. Llegan en micros, custodiados por la policía, asisten al partido y se retiran custodiados. Y eso en los partidos en que se permite la asistencia de visitantes, que son cada vez más escasos.Es imposible descartar escaramuzas o tumultos aislados pero es un tema que no debe exagerarse. Por lo pronto a Carrefour, que se localizará al lado del estadio, no le parece una cuestión inmanejable.
Otro “argumento” frecuente es la caída del valor de las propiedades: Esto no está demostrado por ningun estudio. Por el contrario, la consultora inmobiliaria Properati publicó hace unos meses un artículo en La Nación indicando que el efecto de los estadios de fútbol sobre el valor de las propiedades puede ser tanto positivo como negativo y en todo caso, moderado. Esto cierra con el hecho de que los espectáculos se desarrollan como máximo el 1,6% del tiempo.
Otra temática a tener en cuenta es la cuestión de las vibraciones. En este punto la opinión técnica de ingenieros capacitados será invalorable y será una de de las principales cuestiones que debe tomar en cuenta el diseño del estadio.
Más allá de esto, una reflexión sobre el punto. En los diarios se suelen ver periódicamente notas alertando sobre las precarias construcciones de cinco pisos de altura en las villas de la ciudad. Por ejemplo, en la 1-11-14, ubicada frente al estadio Pedro Bidegain. Pareciera que o bien las construcciones no son tan precarias como se dice o las vibraciones de un estadio no son tan nocivas puesto que no se tiene noticias de daños a las estructuras de las viviendas ubicadas a menos de cien metros del Nuevo Gasómetro.
Queda por considerar todo el impacto ambiental positivo del proyecto, el que se disfrutará el 98,4% del tiempo.
San Lorenzo construirá en Boedo un estadio que será el más moderno del país, de nivel internacional. Y alrededor del estadio se erigirá un complejo que transformará a la zona en un polo social, cultural y deportivo, con un microestadio y una sede ampliada (entre otras instalaciones), que disfrutarán los vecinos.
Además, la vuelta de San Lorenzo, sin cambiar el perfil residencial de la zona, generará una revitalización. Más actividad, más seguridad e incluso la posibilidad de inserción en circuitos turísticos mejorarían la calidad de vida de los vecinos. San Lorenzo es un activo para Boedo, no un pasivo. Es una oportunidad y no una amenaza.
AUTOR: Marcelo Castillo
Miembro Integrante de DBV. Socio de San Lorenzo. Economista. Magister en Economía Urbana.