CONTATE OTRO (PARTE 5)

HISTORIA

¿Qué tan serio era el fútbol en la primera mitad de los años 10? ¿A qué contexto hay que remontarse para saber la procedencia de buena parte de las estrellas que hoy decoran la camiseta de Racing? ¿Por qué Quilmes se borda dos -y no una- sobre su escudo? Estas son algunas de las preguntas que procuraremos contestar en la continuidad de este trabajo.

Recapitulando un poco lo señalado en las entregas pasadas, en el palmarés homologador que quieren imponer Boca, Racing y Huracán hasta ahora tenemos: un primer hexagonal con dos campeones (Saint Andrew’s y Old Caledonians en 1891) -que no todos los estadígrafos están convencidos en contabilizar-, un año sin fútbol (1892), tres “campeonatitos” en manos de Lomas Athletic (1893, 1894 y 1895), un pentagonal para Lomas Academy (1896), dos heptagonales para Lomas Athletic (1897 y 1898), un cuadrangular para Belgrano Athletic (1899), otro para English High School -que luego sería Alumni- (1900), y la “casi seguidilla” de Alumni (1901, 1902, 1903, 1905, 1906, 1907, 1909 y 1910), incluyendo las dos interrupciones de Belgrano Athletic (1904 y 1908).

Es momento, entonces, de repasar el último éxito de Alumni antes de su disolución (1911); las escisiones federativas del lapso 1912-1914; un disparatado hexagonal para Quilmes (primer equipo no extinto de la enumeración de “campeones”) y un “título de escritorio” para Porteño (1912); las coronaciones simultáneas de Racing y Estudiantes de La Plata (1913), primero, y de Racing y Porteño (1914), después, y un controvertido lauro más para la Academia (1915).

Gracias a la adhesión de una creciente cantidad de clubes, en 1911 la Argentine Football Association concertó los torneos de cuatro divisionales: la ‘Primera División’, la flamante ‘Intermedia’, la ‘Segunda División’ (que en términos jerárquicos pasó a ser la tercera) y la ‘Tercera División’ (ahora, la cuarta). Apenas nueve escuadras participaron ese año del certamen de la máxima categoría: Alumni, Belgrano Athletic, Estudiantes de Buenos Aires, Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), Porteño, Quilmes, River Plate, San Isidro y el recientemente ascendido Racing Club. Los descensos habían sido proscriptos por dos años, por lo que Quilmes no debió padecer la principal consecuencia negativa de quedar último al cabo de las 16 fechas disputadas. Otra incidencia remarcable pasó por el abandono de Belgrano en su visita a Porteño, en la jornada de cierre. Con 23 puntos sobre 32 posibles, Alumni y Porteño compartieron el liderazgo de la tabla. El partido de desempate, que se llevó a cabo en GEBA, finalizó 2-1 en favor del equipo de los hermanos Brown, que luego de este nuevo éxito se disolvió.

¿El principal motivo? Hoy suena irrisorio, pero el club que más lauros había cosechado hasta el momento, “el más grande, lejos” del Amateurismo, cuyos futbolistas provenían exclusivamente de la English High School, no estaba dispuesto a practicar un deporte cada vez menos lúdico y cada vez más competitivo. Estamos hablando de un período en el que el fútbol aún era esencialmente un divertimento y los clubes llegaban a intercambiarse jugadores por cortesía. No obstante, los muchachos de Alumni ya lo avizoraban -acaso con dos décadas de antelación- cada vez menos orientado a lo recreativo y cada vez más permeable a su profesionalización.

Pero para el “fin del juego” que inocentemente auguraba Alumni aún faltaba bastante. Recién entramos en 1912, el año en el que la frágil estructura del fútbol argentino voló por los aires. Lo que hasta entonces podía definirse como bastante caótico se convirtió en caos a secas. En febrero la entidad rectora castellanizó su nombre de manera parcial -pasó a ser la Asociación Argentina de Football (AAF)- y preparó un certamen de 10 equipos (los nueve de 1911 más el ascendido Estudiantes de La Plata) que nunca se desarrollaría como tal. Un grupo de clubes disconformes con los manejos de la AAF creó su propia asociación: la Federación Argentina de Football (FAF). Y al retiro de toda competencia futbolística por parte de Alumni se sumó la determinación de Porteño, GEBA y Estudiantes de La Plata de abandonar la Asociación y formar parte de la nueva entidad disidente. Así, la AAF tuvo que anular la friolera de 16 partidos e improvisar sobre la marcha un torneíto de seis participantes que quedó en manos de Quilmes -último en el campeonato anterior-, que registró siete victorias, un empate y dos derrotas. Para tener cierta idea sobre el nivel de desprolijidad organizativa de esta estrella que hoy decora desvergonzadamente algunos diseños del escudo “Cervecero”, vale acotar que cuatro de las seis escuadras completaron 10 encuentros, mientras que las otras dos jugaron sólo nueve. Y River, que quedó en la última colocación, se benefició con la proscripción de descensos anunciada un año antes.

El campeonatito de Primera División de la FAF, por su parte, fue disputado por ocho clubes: Porteño, GEBA y Estudiantes de La Plata, provenientes de la máxima divisional de la AAF; Argentino de Quilmes, Atlanta, Independiente y Kimberley, ex-integrantes de la División Intermedia de la AAF; y Sportiva Argentina (como se lee, en femenino singular), sin antecedentes de filiación. Buena parte de los encuentros se llevaron a cabo en canchas neutrales, aunque algunos -incluso- se jugaron con localía invertida. Porteño, por ejemplo, hizo de local ante Independiente en la cancha de éste, mismo caso de Kimberley frente a (y en) Argentino de Quilmes. Después de perder sus seis primeros cotejos, Sportiva Argentina no se presentó a sus siguientes tres compromisos, por lo que fue descalificado. Lo más irregular de todo, no obstante, fue la definición del certamen. Si bien Independiente y Porteño igualaron en la cima con 20 unidades de 28 posibles, la “gloria” -según lo estipulado- le correspondía a los primeros por diferencia de goles (+21 sobre +14). Pero a fin de “ganar legitimidad” y “evitar críticas” después de haber goleado 5-0 a un débil Argentino de Quilmes en la jornada de cierre, los muchachos de Independiente -de buenudos que eran (?)- propusieron definir el título en una final contra Porteño. Celebrado el 22 de diciembre en GEBA, dicho partido estaba 1-1 hasta los 87 minutos de juego, cuando los de Avellaneda se retiraron en protesta por un supuesto tanto que el juez no convalidó. Luego de la suspensión, los escritorios de la FAF coronaron campeón a Porteño. Y con este broche de oro de irregularidad fulgurante llegamos al final de 1912, un año imprescindible para entender hasta qué grado de ridiculez están dispuestos a rebajarse los estadígrafos de Racing, Huracán y Boca a fin de defender su “Revolución Homologadora”.

Para 1913, nueve equipos fueron promovidos a la Primera División de la AAF, que así llegó a un decoroso total de 15 miembros: los seis que habían completado (es un decir) la anterior temporada más Ferro Carril Oeste (FCO), Banfield, Boca Juniors, Comercio, Estudiantil Porteño, Ferrocarril Sud, Olivos, Platense y Riachuelo. Del ascenso por decreto de Boca, por cierto, ya hablé en cierta ocasión. Ahora bien, el criterio aplicado por la AAF para esta subida masiva se los debo, ya que siete de estas escuadras provenían de la División Intermedia, mientras que Banfield había ganado la Segunda División (o sea que lo hicieron saltar dos categorías) y Ferrocarril Sud no había participado de ninguna competencia en 2012. También fue controvertido el formato de disputa, con una primera ronda clasificatoria de 14 partidos, todos contra todos, con aleatoria condición de local. Sólo en este tramo -llevado a cabo entre abril y noviembre- se produjo lo siguiente: una suspensión y posterior abandono (de FCO ante Estudiantil), seis casos de localía invertida, dos resultados con registros contradictorios (el de Comercio-Boca figura 0-2 ó 0-4 según la fuente, al igual que el de Boca-Ferrocarril Sud, 6-0 ó 4-0), un match anulado (el empate 1-1 entre Comercio y Banfield), otro en el que no se presentó un equipo (así Racing ganó los puntos ante Ferrocarril) y 10 cotejos de los cuales aún hoy se desconoce la fecha exacta de disputa (!). La segunda ronda estuvo dividida en tres grupos: el “A” y el “B”, “por el título”, con los 11 mejores clasificados (cinco en uno y seis en otro, con una pauta divisoria como mínimo poco clara) y el “C”, “por la permanencia”, con los cuatro últimos de la fase previa. Otro detalle bizarro es que en esta instancia los clubes mantuvieron los puntos cosechados en la anterior. Como si hiciera falta añadirle irregularidad al certamen, Belgrano Athletic desistió de seguir participando, por lo que se le dieron por ganados los puntos a sus rivales de grupo (el “A”). Olivos y Riachuelo ocuparon las dos plazas del descenso en el grupo “C”, mientras que San Isidro lideró el “B”, y Racing y River debieron ir a un desempate para definir al finalista por el “A” (fue la institución de Avellaneda, que se impuso 3-0 en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires). Espero no haberlos mareado. La final, que se realizó en Racing el 28 de diciembre (“Día de los Inocentes”), quedó en manos del local (2-0), que de ese modo dio inicio a su mote de “Academia” y a su leyenda de gloria amateur.

En el universo paralelo (?) de la FAF, la organización era apenas más prolija. Entre mayo y diciembre de 1913 se midieron ida y vuelta 10 equipos: los ocho que habían jugado en 1912 (incluyendo a Sportiva Argentina, que había quedado descalificado) más los ascendidos Tigre e Hispano Argentino. Entre las particularidades que enriquecen la valoración de la época pueden citarse: una inversión de localía (Independiente-Atlanta se disputó las dos veces en el estadio del segundo), dos abandonos de Sportiva Argentina que le reportaron puntos al rival (ante Kimberley como local y ante Argentino de Quilmes como visitante), otros dos abandonos en partidos que prosiguieron un mes más tarde (en el caso de GEBA 2 – Argentino de Quilmes 0, por sólo 15 minutos) y 14 encuentros de los que no consta la fecha de realización. Al cabo de 18 jornadas, afortunadamente sin segundas rondas ni pases a la final, fue proclamado campeón Estudiantes de La Plata, con 14 éxitos, tres igualdades y una caída (vale aclarar que, a diferencia de otros clubes, el “Pincha” no equipara este lauro con sus 11 conquistas locales e internacionales durante el Profesionalismo). Al no poder obtener más que dos empates y caer en el resto de los compromisos, Sportiva Argentina descendió.

Con los descensos de Olivos y Riachuelo, y el ascenso de Huracán, 14 iban a ser los integrantes de la Primera División de la AAF en -justamente- 1914. El “iban a ser” obedece a que Ferrocarril Sud se disolvió celebradas siete fechas, por lo que sus partidos fueron anulados y el número de participantes quedó en 13. A esta irregularidad -que, valga la paradoja, se repitió regularmente durante el Amateurismo- debe agregarse la aleatoriedad en la designación de las localías (algo que, nobleza obliga, no es del todo ajeno a nuestros tiempos de torneos de una rueda) y el hecho de que todavía se ignore el día de disputa de tres juegos. Estructurado bajo el sistema de todos contra todos en una sola rueda, el “torneíto” fue ganado de manera invicta por Racing, que se impuso en 11 encuentros y empató uno. Amén de que por cuestiones de espacio este racconto antepone las referencias generales a las particulares, hay una anécdota de esta temporada que grafica con fidelidad a toda una era. La misma tiene como protagonista al arquero racinguista Carlos Muttoni, quien -pese a su consideración como uno de los primeros ídolos del club- fue separado del plantel por la dirigencia. ¿La razón? Haberle pedido al tesorero que le comprara botines nuevos (un pecado imperdonable por entonces).

La Primera de la FAF, por su parte, se encaminaba a otro mamarracho organizativo. Aunque estaba previsto que el certamen fuera disputado por 10 escuadras, terminó siéndolo por ocho. Tigre fue expulsado tras jugar ni más ni menos que 14 cotejos (de los cuales había ganado seis, más allá de que se anularon los 14), mientras que Argentino de Quilmes resultó desafiliado al cabo de siete partidos (también anulados). Asimismo, el recientemente ascendido Sportivo Floresta se retiró y perdió los puntos en un match contra Independiente. Poco más puede decirse de una competencia tan desvirtuada, que fue ganada por Porteño (10 triunfos, cuatro empates, cero derrotas) y que acabó prácticamente al mismo tiempo que la de la AAF, a principios de noviembre de 1914, lo que facilitó las gestiones para la reunificación de asociaciones o, dicho con más propiedad, para que la FAF -con el rabo entre las patas- aceptara quedar subsumida dentro de la AAF.

Así se llegó a 1915, con una Primera División que cobijó tanto a los 13 equipos que completaron la anterior temporada de la AAF como a los 10 que lo hicieron en la de la FAF. A ellos se incorporó un ascendido por federación para totalizar 25 escuadras: San Lorenzo (que se benefició con la imposición de una final entre los ganadores de la División Intermedia y la Segunda, y así saltó dos categorías) y Defensores de Belgrano. El desarrollo fue de una sola rueda, todos contra todos, con localías alternadas (en siete casos, invertidas; es decir, que quien debía ejercerla en realidad jugó en el estadio del contrincante). Por razones no especificadas en los registros, Banfield perdió los puntos en dos cotejos: su triunfo 2-1 sobre Porteño y su igualdad 1-1 con San Isidro. Más polémico aún fue el primer Racing-Independiente, que se disputó a fin de año. Aunque el CAI triunfó 2-1, se le dio el partido por perdido por la mala inclusión de un jugador, decisión del Tribunal que acabó siendo clave en la definición del título. Es que una vez transcurridas las 24 jornadas, Racing y San Isidro compartieron la cima (con 22 victorias y dos igualdades cada uno), lo que forzó una imprevista final de desempate. Realizada el 6 de enero de 1916 en la cancha de Independiente (la noción de neutralidad geográfica no parecía muy arraigada en la época), la misma fue para Racing, que venció por la mínima diferencia y así sumó su tercer lauro consecutivo. La temporada culminó con el descenso de los cuatro últimos de la tabla de posiciones: Kimberley, Defensores de Belgrano, Comercio y Floresta. Los descalabros organizativos, sin embargo, estaban lejos de culminar.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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