“NINGÚN LOGRO PERSONAL SE COMPARA CON SL CAMPEÓN”

CULTURA

Hay un lugar específico y un momento particular en los que se torna evidente que el logro colectivo supera al individual: la emblemática esquina de San Juan y Boedo, cuando el pueblo azulgrana se congrega a celebrar un título. Así lo cree Fabián Casas, a quien tuve el placer de entrevistar. Primera parte de la charla, acá.

Fabián Casas es, entre otras cosas, escritor, poeta, periodista y “boedista zen”. Además es cuervo -San Lorenzo atraviesa de manera omnipresente toda su obra literaria- y tiene una original manera de garantizar que las grandes alegrías de la vida (viajar por el mundo, conquistar a la chica que te robaba el sueño, tener un hijo) pueden perfectamente -deben, tal vez- teñirse de miedo. “Cuando San Lorenzo hacía un gol, mi viejo -al gritarlo- bajaba corriendo la tribuna del Gasómetro, salía enloquecido, y los tres hermanos, que estábamos aferrados a él, caíamos por todos lados. Por eso, de chicos, cada gol nos daba cierto temor”, evoca.

Varias décadas después, en el Amalfitani, la alegría y el miedo volvieron a combinarse en un grito de gol del Ciclón, una tarde de 2008 que Casas rememora en su cuento “Un Día en la Cancha”.

Contame del Gasómetro, le pido para arrancar…

Fui al Gasómetro toda mi infancia. Teníamos algo que hoy no existe más: la platea de los niños, que estaba abajo, al lado de la platea de mujeres. Por la franja donde yo me sentaba corría Villar, que era un crack. Recuerdo al fútbol de esa época como muy familiar. Ahora también van familias a la cancha, pero es todo más heavy.

Ya no hay respeto por el adversario. Hace un tiempo las hinchadas le cantaban al otro “no existís, no existís”, y al final lo consiguieron.

Este campeonato que pasó, fui contra Estudiantes con mi viejo, que me preguntaba dónde estaban. Se quería matar. Y no era que quería a la hinchada rival para verduguearla. Es que el rival es lo que te construye. El adversario leal y real es el que te marca tu capacidad. Si anulás al otro, no podés jugar más. Yo crecí disfrutando la épica del otro: el Independiente copero, el Boca copero, el Huracán de Cappa, incluso. Eso ya no pasa más.

¿Hubo un momento en el que dejaste de ir a la cancha, no?

Sí, empecé a estudiar Filosofía y dejé de interesarme el fútbol. No lo pensé, directamente dejé de ir. Hubo un lapso en el que ni siquiera le presté atención a San Lorenzo. Me concentré mucho en estudiar, me interesé por la política. Me metí con (Fabián) Polosecki en el Partido Comunista (él era el jefe de círculo) y empecé a pensar políticamente un montón de cosas. En ese momento tuve una formación muy intelectual y dejé de lado lo pasional.

Pero después el fútbol volvió. Seguí estudiando Filosofía y haciendo todo lo que me interesaba, pero el fútbol empezó a ocupar nuevamente un lugar muy importante en mi vida, más o menos para la época en la que San Lorenzo se fue a la “B”.

¿Qué recordás de esa época?

Recuerdo que era fanático de Jorge Rinaldi. Me parece uno de los jugadores más grande que vi en mi vida, me fascinaba. Lo que te genera un jugador no depende de lo que realmente sea. Por ejemplo, por más de que pudiera definirse de manera matemática o algebraica que Messi es el mejor jugador del mundo, a mí me gusta más Maradona. No me agrada Maradona como persona, ni lo que él representa en el país, pero sí como jugador. Esa cosa melodramática que tenía el Gordo me parece genial. Me parece un personaje de “La Ilíada”. Messi no.

Yo tenía, te decía, una gran empatía con Rinaldi. Primeramente, porque una vez me salvó de morir ahogado…

¿Cómo es eso?

De chiquito iba a nadar a la pileta de San Lorenzo. A mí me gustaba una chica, y aunque no sabía nadar, me tiraba a la pileta porque delante de ella “no podía no saber nadar”. Así que un día me fui a lo hondo y me sacó Rinaldi, que estaba ahí con otros jugadores de Inferiores. Me levantó y me sacó.

Después me enteré de que su hermano (Osvaldo) también jugaba en San Lorenzo y que había estado en la final del Mundial Juvenil 79 (con un equipo descomunal: el Gordo, Ramón Díaz, etc.). Me acuerdo de que le hicieron un reportaje y dijo que tenía un hermano que jugaba mejor que él. ¿Viste que siempre se dice eso de que “mi hermano es mejor que yo”? Maradona lo decía de Lalo. Pero en este caso era verdad.

Rinaldi era un jugador netamente ofensivo, como a mí me gusta San Lorenzo. Yo creo que San Lorenzo es un club ofensivo, que ataca, que juega en todas las canchas sin temor. En mi memoria lo identifico con eso a San Lorenzo.

Ver jugar a Rinaldi me producía mucho placer estético, de la misma manera que me gustaba mucho cómo jugaba Johan Cruyff. No volví a ver cómo se movía, su particular modo de atacar, en otros jugadores. Era muy diferente, como cuando se dice que un director hace “cine de autor”: bueno, Rinaldi era un jugador “de autor”, por decírtelo así. No estaba formateado, era muy personal.

Tengo el recuerdo de estar en la cancha de Vélez, donde se podía ver muy bien cómo se movía Rinaldi, lo que me fascinaba. Cabeceaba como la puta madre (sin ser alto, ganaba de arriba). Y resolvía con gran velocidad en ataque. Hizo jugadas descomunales. Y también estaba asociado que era “un jugador de San Lorenzo”.

Hay jugadores que son esencialmente de San Lorenzo, como si fueran parte del “ser San Lorenzo”, que no los podés disociar del club.

¿Quién creés que sería un ejemplo de eso en la actualidad?

El Pipi Romagnoli. El tipo de entrega que muestra, la forma como juega… es un crack. Y lo asocio con el ADN azulgrana. Ojo, también puedo asociar con esto a defensores muy buenos, defensores ofensivos, tipos que están pensando en defender, pero van para adelante, y juegan. Alvarado tenía algo de eso, me parece una pena que se haya ido.

Me imagino, por lo que decís, que fuiste fanático del equipo del ’83…

El equipo del 83 iba para delante de una manera medio kamikaze. Me acuerdo de que ese campeonato lo seguimos completo con mi viejo y mis tíos. Fuimos inclusive a un partido que le ganamos a Independiente 2-1 con goles del Toti Iglesias, a la noche, en cancha de ellos, que era como ir ahora a Libia o a Ucrania. Después de ese partido creí que íbamos a salir campeones. Perdimos ese campeonato, justamente con Independiente, por un punto, porque Insúa marró un penal contra Estudiantes y porque San Lorenzo atacaba de más. El equipo ganaba 3-1 y no decía “esperemos un cacho”, seguía atacando, a un nivel que era genial también.

Yo disfruté mucho de ese campeonato. Después el Bambino cambió, se volvió un técnico más conservador. Pero, mirá cómo son las cosas, con el equipo del ‘95, campeón después de 21 años, me di cuenta de que estaba de nuevo loco, obsesionado con San Lorenzo.

No pegaste tanta onda, entonces, con Los Camboyanos…

Me encanta esa especie de mística que se armó con Los Camboyanos. Esos “mantras Camboyanos” que se filtran están muy buenos, eso de que en el vestuario decían “vamos a jugar por la comida de nuestros hijos”, discursos alucinantes a lo Henry V. Pero yo asocio a San Lorenzo con un equipo ofensivo. Me gusta más un San Lorenzo de lujo, de ataque. El de 2001, que me pareció tremendo. Y, por lo que me contó mi viejo, Los Matadores del 68.

Al del 72 lo llegué a ver, pero lo recuerdo poco, apenas el partido que le ganamos a River con gol de Lele Figueroa para salir bicampeones. Mi viejo estaba en la cancha y fue el primer partido en el que yo me metí en su dormitorio para verlo. Había un colchón pelado, me senté ahí, prendí la tele y lo vi. Y después recuerdo que volvió mi viejo, que no podía hablar, y fuimos a Boedo a festejar.

Para mí ir a Boedo es una alegría superior. Ahí se hace evidente que el logro colectivo es superior al individual. Cualquier cosa que me pueda pasar a mí individualmente en lo que yo haga no tiene punto de comparación con el hecho de que San Lorenzo salga campeón.

¿Cómo viviste esta última consagración?

Vi el partido contra Vélez con Viggo Mortensen, que como sabés es amigo mío. Viggo vino por un día, para ver esa final. En las últimas dos fechas San Lorenzo no venía jugando bien, no estaba tan demoledor, sino que se lo veía más atado, por múltiples motivos. Sin embargo, los últimos cinco minutos los terminamos viendo abrazados, llorando. Y después, esa cosa de salir, de agarrar el auto y de decir “vamos a Boedo”. Para mí eso es algo superior.

Ir a Boedo es encontrarme con los amigos del barrio, que están siempre ahí, a los que veo esporádicamente, y sentir una alegría que no se puede comparar con nada. A veces disfruto mucho más el pensar en ir a San Juan y Boedo que el partido en sí. Me pasó con la final de la Copa Argentina, que perdimos 0-3 contra Arsenal (una catástrofe). Me acuerdo de haber pensado, esa noche, “qué bueno, a mitad de semana me voy a Boedo”.

Esta vez pareció haber más gente que nunca…

Sí, yo vi una cantidad de gente descomunal. Creo, en general, que cada vez hay más gente de San Lorenzo. O, por lo menos, que cada vez se lo exterioriza más, con marchas como las de la Vuelta a Boedo. También me gustó mucho y me enorgulleció que no hubiera quilombo, que no hubiera desmanes. Festejamos en Boedo, no se podía entrar ni salir, y no pasó nada. Incluso me lo dijeron amigos que viven en el barrio y que no son del club.

¿Qué te pasa con la Libertadores?

A veces pienso que me gustaría que mi viejo, antes de morir, vea que la ganamos. Tengo pensamientos de esa índole. Pero también pienso que no soy hincha porque San Lorenzo salga campeón. Soy hincha por muchas otras razones. Disfruto que salga campeón, pero soy hincha por el lugar donde nací y donde crecí, por los amigos que tuve, por los momentos de mi vida que asocio con el club (para mí, la infancia es cuando cargás combustible para toda la vida), por los colores de la camiseta (que me gustan mucho), etc.

La Copa Libertadores es para San Lorenzo como esas aporías presocráticas que dicen que el tipo corre a la tortuga desde atrás, pero nunca la puede alcanzar porque siempre le falta la mitad de la mitad de la mitad de la mitad… algo de eso tiene la Copa. Si vos me preguntás a mí, me parece que no la vamos a ganar nunca, y que forma parte de la esencia de ser de Boedo. Y esto no es algo peyorativo, sino que le da singularidad al club. “Y bueh, no tenemos esa Copa”, viste…

¿Te quedaste con ganas de más? ¿Querés saber qué tienen en común “Lost”, Pizzi, Stephen King, Piatti, el poeta Wallace Stevens y la Vuelta a Boedo? No te pierdas la próxima entrega, con el desenlace de la entrevista a Fabián Casas.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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