¿DE QUÉ BARRIO SOS? (PARTE II DE IV)

VUELTA A BOEDO

Boca-River es un commodity totalmente instalado. Obviamente no aspiro, desde estas líneas, a desmontar un negocio millonario que lleva décadas de éxito. Pero la pregunta por la pertenencia barrial de San Lorenzo, convertida en repregunta para el resto, me sirve de excusa para cuestionar hasta qué punto pueden forzarse las supuestas diferencias de aquello que tuvo un origen común.

Boca Juniors se fundó un 3 de abril de 1905 en La Boca, más precisamente en la plaza Solís (entre Suárez, Caboto, Olavarría y Ministro Brin). Su primer partido, disputado ante el club Mariano Moreno, se llevó a cabo en la Dársena Sur, frente al Riachuelo. Durante sus inicios (en los que -entre otros colores- vistió una casaca rosada), la institución xeneize ejerció la localía en distintos campos de juego situados en La Boca (el de Independencia Sud, un terreno lindante a Carboneras Wilson e Hijos, otro ubicado en Avenida España al 2.000, etc.), hasta que en 1914 -un año después de su ascenso por decreto a Primera División- se instaló en un predio de la localidad bonaerense de Wilde.

La mudanza no fue bien vista por los socios, que dejaron de pagar masivamente su cuota mensual (sólo quedaron 300). Dos años más tarde, Boca retornó a su barrio de procedencia, al ocupar un terreno de la calle Ministro Brin, hasta que una orden de desalojo lo dejó nuevamente sin cancha. Recién en 1924 inauguró su estadio de tablones en Brandsen y Del Crucero (hoy Del Valle Iberlucea), donde jugó hasta 1937, cuando comenzó a construir La Bombonera (Brandsen, Del Crucero, Aristóbulo del Valle y las vías del Ferrocarril Sud). Pero hasta su terminación, en 1940, padeció su segundo gran desarraigo: debió alquilar la cancha de Ferro y jugar como local en Caballito.

La fusión de los clubes Santa Rosa y La Rosales, ambos de La Boca, habría dado a luz a River Plate en 1901, aunque estudios posteriores certifican que eso realmente ocurrió en 1904. Lo que no admite dudas es el origen boquense de la institución riverplatense, cuya primera cancha tuvo lugar en la Dársena Sur, detrás de las ya citadas Carboneras Wilson, hasta un primer desalojo en 1906.

Durante un año, y para no perder la afiliación, River migró hacia el partido de Avellaneda a fin de ocupar un terreno ubicado cerca del puente chico de Sarandí. Allí jugó hasta 1907, cuando volvió a Dársena Sur, donde incluso llegó a levantar una tribuna. Tribuna que se encargó de derribar -junto con el resto de las instalaciones- una implacable sudestada en 1913. Vale destacar, como si las coincidencias escasearan, que ese año terminó de hermanar a los hoy archirivales: reestructuración mediante, una ampliación en el cupo de participantes de Primera División permitió que Boca ascendiera sin campeonar, y que River no descendiera pese a haber salido último.

Más allá de las tareas de reconstrucción llevadas a cabo en Dársena Sur, para 1914 se registró el desalojo definitivo y el club debió mudarse por una temporada a Caballito, para jugar en Ferro (sí, como los “primos”, pero antes). En 1915, River volvió a La Boca para emplazar su tercera cancha en la manzana conformada por Pinzón, Caboto, Aristóbulo del Valle y Pedro de Mendoza, campo que recién abandonó -junto con el barrio- a fines de 1921.

Del sur al norte de la ciudad, sin escalas: al año siguiente se instaló en Palermo, en un terreno -situado en Tagle y avenida Alvear (hoy Libertador)- que por estos días ocupan la Televisión Pública y la sede central del Automóvil Club Argentino. Inaugurado en 1923, el estadio fue utilizado durante poco más de una década. Para 1934 River compró 5 hectáreas (y recibió otras 3,5 por parte de la Municipalidad) en Belgrano (aunque erróneamente suela hablarse de Nuñez), en un área ganada a la costa cenagosa del Río de la Plata, donde comenzó a construir el Monumental. Lo siguiente es más conocido: inauguración en 1938, primera ampliación en 1958 (con la venta de Sívori) y segunda -y definitiva- en 1977/78 (con el gobierno de facto).

Desde hace tiempo, Boca-River, River-Boca, es -más que ningún otro “clásico” en el fútbol argentino- un commodity: una dualidad diseñada, elaborada, envasada y distribuida con fines preponderantemente comerciales, tanto a nivel local como internacional. Concebido como el duelo por excelencia (“el superclásico”), se trata de un producto que rinde más cuanto mayor es el antagonismo que promete, por lo que desde lo simbólico suele operarse en ese sentido sobre sus componentes. ¿De qué modo? Maquillando las similitudes y enfatizando las diferencias, ubicando a uno en las antípodas del otro.

Así se construyeron, entre otras simplificaciones maniqueas, el Boca obrero versus el River aristocrático, el Boca de garra y pragmatismo versus el River de buen gusto y juego atildado, y el Boca sufrido y pasional versus el River exitoso y atemperado (roles que en buena medida se invirtieron durante los últimos años, a tono con los resultados deportivos de uno y otro). Dicho en criollo: cuanto más opuesto te pintan a un bando del otro, mayor es la rivalidad que comprás, y mejor se cotiza el show que te venden.

¿Pero qué tan genuina es esa diferenciación cuando pensamos en lazos significativos que los revelan, como decía Sumo, No Tan Distintos? ¿Y qué lazo más significativo, en todo caso, que la génesis compartida, que el origen común?

Hasta la próxima entrega.

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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