ZONCERAS AZULGRANAS 1: DARLE VIDA A HUR*CÁN

CULTURA

Incorporadas como axiomas en nuestra azulgranidad cotidiana, las zonceras que en esta nueva sección reseñaremos nos impiden proyectar el club que soñamos: un San Lorenzo digno, poderoso, orgulloso de su identidad y orientado hacia el éxito internacional. Basta detenerse un instante en su análisis para que las zonceras resulten obvias, pero ocurre que lo obvio pasa con frecuencia inadvertido, precisamente por serlo. Por fortuna, grande es el consuelo de saber que en cuanto el zonzo analiza la zoncera, deja de ser zonzo.

Hace poco menos de 40 años (o sea, casi un 40% de su historia) que Huracán viene en caída libre. Desde su única alegría en el Profesionalismo hasta nuestros días, el Club de la Eterna Nostalgia no ha dejado de acumular “méritos” para desaparecer de nuestra consideración, entre los que se incluyen tres descensos, nueve temporadas en la “B”, ningún logro deportivo, un innegable debilitamiento institucional y un nivel de convocatoria cada vez más pobre.

Sin embargo, aún hoy Huracán subsiste como una presencia fantasmal en el cancionero y el ideario cuervo. Hay que hacernos cargo: desde que tengo memoria, en infinidad de ocasiones la tribuna azulgrana consoló fracasos propios con desgracias huracanenses (lo que se dice, un verdadero consuelo de zonzos). Muchas otras veces, en tanto, hemos preferido darle entidad al Globo en lugar mandar al equipo al frente, de concentrarnos en instancias decisivas o de apuntar hacia objetivos realmente trascendentes. Y el colmo de los colmos estriba en los hinchas de San Lorenzo que se alegran de que a Huracán le vaya bien “para reposicionar la importancia del clásico”, o que incluso han deseado que retorne a Primera División porque “extrañaban enfrentarlo” (y se los aseguro: que los hay, los hay).

Nadie niega una rivalidad barrial que se vive apasionadamente en varias esquinas de Boedo, Parque Chacabuco, Parque Patricios y Nueva Pompeya. No se trata de obviar una tradicional enemistad futbolera que, bien entendida (y a veces no tanto), involucra a un inmenso porcentaje del total de los huracanenses y a una relativa proporción de nosotros, los sanlorencistas. El problema es que la misma adquiera una trascendencia tal que nos distraiga de lo fundamental: recuperar el terreno perdido (literalmente), disputarle espacios de poder a los que hoy ganan todo, crecer.

Con el paso del tiempo, contar con un clásico tan débil como el nuestro nos relajó más de la cuenta, nos hizo dormir en los laureles y -reconozcámoslo aunque duela- en buena medida nos contagió su mediocridad. En tiempos de revisionismo crítico y restitución histórica, es preciso entender que, lejos de resultar inofensivos, nuestros hijos parquepatricenses representan un ancla de amarras que nos impide partir hacia nuestro destino de mayor grandeza. No es la primera vez que lo escribo, pero tampoco me cansaré de hacerlo: Huracán es un enfermo terminal, y la rivalidad con San Lorenzo es su respirador automático. ¿No llegó la hora de reivindicar la eutanasia?

AUTOR: Carlos Balboa

Socio 12.236. Socio Refundador 2.045. Miembro de DBV. Periodista.

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